Seguntinos
Juan Carlos García Muela, maestro, exalcalde y escritor, nos regala la historia de Sigüenza en deliciosas porciones, escrita con una minuciosidad y un rigor admirable.
Los seguntinos, además de un ferviente y pertinaz amor por nuestra ciudad, creemos que el hecho de haber nacido en este idílico lugar nos convierte en herederos de los artistas que lo hicieron tan bello. Es una idea equivocada, pero la fomentamos porque nos gusta. Es como si Dios, considerando la hermosa catedral dedicada a su Santísima Madre y el frío que pasamos en invierno, nos hubiera tocado con su dedo flamígero, mientras decía con voz tronante: ¡Toma, majo, para ti el temperamento artístico, la música, la pintura o la literatura! Y verdaderamente hay en Sigüenza muchos artistas: artesanos, cinceladores, poetas, pintores, escritores y músicos excelsos, personas especialmente dotadas para el arte, y es que la vida en una hermosa ciudad, cuyo muerto más famoso yace leyendo, nos ha hecho imaginativos, soñadores y nos ha preparado para la belleza.
Una paisana puntualiza que los seguntinos somos además serios, austeros … y un poco roñosos. Yo no lo creo, conozco a muchos seguntinos de una generosidad extraordinaria, como Juan Carlos García Muela, maestro, exalcalde y escritor, que nos regala la historia de Sigüenza en deliciosas porciones, escrita con una minuciosidad y un rigor admirable. Lo mismo nos presenta a los componentes de la Banda Municipal, que nos muestra las Tiendas, Comerciantes y Comercios de Sigüenza en el Siglo XX, puerta por puerta. En Sigüenza y el tren, nos hace participes en reuniones, decisiones y expropiaciones. Nos descubre a los protagonistas y cuenta cómo la llegada del ferrocarril a Sigüenza, esa gran hazaña, nos trasladó a la prosperidad y abrió nuestras mentes al mundo moderno.
El prólogo de Javier Sanz Serrulla es precioso, no se lo salten, y el libro, como todos los de García Muela, imprescindible para el seguntino y el veraneante, sea persistente o eventual, que quiera saber cómo y quiénes éramos antes de que el tren llegase a Sigüenza abarrotado de veraneantes y trasladase a los seguntinos a Madrid, a París o a la playa de Cádiz.
Me ha encantado leerlo porque corre sangre ferroviaria por mis venas. Mi abuelo paterno, Antonio Velasco, fue jefe de los servicios jurídicos de la línea Madrid-Cáceres- Portugal y mi abuela y sus hijos pequeños tenían un kilométrico que les permitía viajar gratis en un vagón de primera. Yo no tengo kilométrico, pero cuando viajo en tren, evoco al abuelo que no conocí y me siento parte del cuerpo ferroviario.