Sigüenza
09/11/2013 - 00:00
Las hojas de la Alameda cubiertas de rocío, el sonido puntual del reloj de la catedral y el pequeño surtidor de la fuentecilla ubicada entre el templete de la música y el kiosco del Triunfo despiertan los recuerdos y me convencen de lo bien que le sienta el otoño a Sigüenza. Sin apenas ruido, con los primeros rayos del sol colándose entre los árboles, junto a dos grupos de jugadores de petanca, es imposible evitar la nostalgia. Me gusta Sigüenza en otoño y me gustan los tonos dorados que adornan la ribera del Henares, aunque el encanto de la ciudad está garantizado en cualquier estación del año. Me gusta ver sus calles transitadas por turistas que preguntan por la estatua de El Doncel, por la restaurada Iglesia de Santiago o por el restaurante más aconsejable para degustar los productos típicos de la comarca. En la Sigüenza de mi adolescencia todavía jugábamos en la calle y nos lanzábamos castañas pilongas y balonazos en el paseo central de la Alameda, pero apenas nos fijábamos en sus contrastes y peculiaridades. Abajo, junto al parque, se concentran los bares y la ciudad vive un ritmo diferente y tiene su propio horario.
La segunda Sigüenza es la del entorno de la Calle Cardenal Mendoza o Calle Guadalajara, una zona de mayor actividad comercial, de bancos y de esporádicos encuentros con amigos de la infancia y compañeros de pupitre. Por ella deambulan los fines de semana viajeros que inmortalizan con sus cámaras todo lo que les sale al paso. Desgraciadamente, la crisis del pequeño comercio, apuntillado sin piedad por las grandes superficies, ha provocado el cierre de locales emblemáticos -Almacenes Robisco, Tejidos Álvarez o Droguería Olmeda, y la transformación de otros en tiendas de regalo.
Desde la Calle Guadalajara hasta el castillo, existe una tercera Sigüenza espectacular, de una belleza arquitectónica inigualable. Una Sigüenza más auténtica, más antigua y amurallada. Entre la Calle Valencia y la Calle Mayor se ubica la vieja ciudad, donde convivieron civilizaciones y culturas dispares. Un casco histórico que se resiste a perder sus coordenadas vitales. Que no quiere ser un simple decorado, con huellas medievales grabadas en cornisas y arcos. Sigüenza, si cabe, es todavía más bella en esta época del año.