Simulación democrática
En el escenario actual de nuestra conducta política no hay cambios a la vista sino sólo recambios o intercambios.
En el escenario actual de nuestra conducta política no hay cambios a la vista sino sólo recambios o intercambios. No hay regeneración sino generación tras generación repitiendo los mismos y viejos errores o abusos. La sintonía entre soberanía y representación, entre pueblo y dirigentes, se ha roto y lo que antes era armonía ahora es conflicto, desencuentro y frustración. Estamos en una gran simulación, farsa o representación de la democracia. Se han levantado algunos jóvenes ambiciosos y nos dicen que han venido a “destituir” al poder “constituido” y lo que han hecho ha sido “instituirse” o insertarse en el poder. De las calles alborotadas destituyentes han pasado a las cómodas poltronas instituidas, a las instituciones. Se han presentado como constituyentes. Al final del recorrido de la protesta les espera el triunfo, las galerías de la gloria. Les espera el mandar y mandan disfrutar de los privilegios que les esperan.
Han comenzado utilizando la indignación de los demás que ellos simulan o imitan pero no han terminado con ella pues ahora son ellos los destinatarios de la furia y de la indignación no disimulada. Por todas partes hay un populismo como simulación de la democracia en el mundo. Todo ello revela la profunda crisis de la democracia actual. Frente a la democracia sonora y ensordecedora de las protestas y manifestaciones se está deslizando un cambio en las formas de hacer política mediante la emergencia de una democracia callada y silenciosa que va a impregnar la era postdemocrática de nuevos valores. Para ser demócratas no hay que ser ruidosos. El silencio también es protesta que se hace oír, a pesar de la paradoja. Están cambiando las formas y los procedimientos de la soberanía democrática.
Es la democracia del disgusto. Es, también la democracia de los ausentes. Esta es la tesis de Ingelfur Blühdorn en su conocida obra sobre la democracia simulada como democracia postconvencional y diversificada. Existen más actores de base y se amplía el pluralismo de sujetos. Ya no hay que “encender” los ánimos de los electores. La agitación revolucionaria ha dejado paso a la reflexión y consideración personal pues se aprecia hoy más el valor del sujeto que el poder de la masa. Las nuevas exigencias de los ciudadanos están cambiando el perfil y las formas de la representación tradicional de tal manera que se habla de un nuevo contrato social de ciudadanía. Por ello, la democracia aparece más como una norma de referencia en las reformas que como una oportunidad o permisividad total como puerta abierta a todas las utopías o ilusiones. Ha cambiado el “demos” como ha cambiado el “ethos” de los ciudadanos. La mejor prueba de ello es que se habla de movimientos sociales o agrupación de sentimientos, demandas e ideales colectivos que no se ven cumplidos en la realidad.