Sin bajarse del autobús

21/09/2011 - 00:00 Victoria Lafora



   Quienes presumían, suponían, esperaban, deseaban que Alfredo Pérez Rubalcaba fuese el revulsivo que necesitaba el Partido Socialista para acortar la estratosférica distancia que le separa en las encuestas del Partido Popular deben estar muy, pero que muy, defraudados. Porque, hasta el día de hoy, ni él, ni su demostrada capacidad dialéctica, ni su indiscutible inteligencia, ni ninguna de sus ofertas estrella parece haber conseguido disminuir, ni un poquito, esa distancia.

   Más bien todo lo contrario. Y así las cosas, nos encontramos, posiblemente por primera vez en la historia de nuestra jovencísima democracia, ante un escenario asombroso y descorazonador: sin comerlo ni beberlo, sin el más mínimo esfuerzo por conseguirlo, sin bajarse del autobús -que dirían los futboleros- Mariano Rajoy va a llegar al Palacio de la Moncloa del brazo de una mayoría absoluta que podría incluso llegar a los tres quintos y que, consiguientemente, le otorgaría un poder del que sólo han gozado en nuestro país Franco o Felipe II. Tremenda cosa. Lo de "más vale malo conocido..." parece que esta vez no va a funcionar. Y eso que las encuestas también son muy claras en cuanto a la valoración del candidato "por conocer".

   Demoledor. Aún valorando más a Rubalcaba que a Rajoy en cuanto a sus capacidades, la frustración del personal frente al actual Gobierno es tal que pasan olímpicamente de la imagen de unos y de otros y se tiran al río porque se sienten perdidos. Quieren el cambio por el cambio, sin más. Y esa es la gran baza electoral del PP; esa y la pancarta que nos muestran con la cifra de cinco millones de parados como única proposición de venta. En la entrevista que le hizo Carles Francino en la Cadena SER, Mariano Rajoy nos dejó constancia del vacío de ideas y propuestas con que se enfrenta a la próxima campaña electoral. Dispersión, difusión, indecisión, promesas tan inconcretas como que "en un primer momento" no tocará el IVA y el IRPF. No nos dice nada de qué hará con el impuesto sobre el patrimonio, ni sobre el matrimonio entre homosexuales, ni sobre el aborto, ni sobre nada o casi nada. Sólo dice que ya formó parte de un Gobierno que solucionó problemas mayores que los actuales, y que ese es su gran aval.

  Pues bien, así y todo, las encuestas siguen ampliando la diferencia. Y eso se llama hartazgo. Y a ese hartazgo se enfrenta un Pérez Rubalcaba que, hasta el momento, no está dando demasiadas muestras de ilusionar a esos votantes que necesita para evitar, al menos, la debacle que se avecina para el PSOE. Sus propuestas son electoralistas y demagógicas, y lo que es peor, su precampaña es aburridísima. Quienes presumían, suponían, esperaban y deseaban una campaña inteligente, eficaz, y sobre todo viva, están empezando a hundirse en la melancolía.