Sin verdad no hay liderazgo
18/09/2011 - 00:00
Alfonso Guerra dice que lleva veinte años escribiendo que "la razón moral y la razón política han sido sustituidas por la razón económica: hoy sólo es útil lo rentable". Guerra lleva veinte años diciendo muchas cosas, generalmente lúcidas, y casi nadie le escucha o, lo que es peor, a casi nadie le importa lo que piensa. Ni siquiera o especialmente en su propio partido.
El PSOE, como los otros partidos, ha dejado de lado, en buena medida, la razón moral y hasta la razón política para buscar el oportunismo del momento, los bandazos que permiten aprobar una cosa o la contraria, que hace unos meses se descartaba por improcedente, la rentabilidad inmediata. Lo mismo que hemos favorecido una cultura kleenex, de usar y tirar, los políticos se han apuntado a una política en la que vale lo que decía Marx (Groucho, no Karl): "estos son mis principios; si no le valen, tengo otros".
O tienen pocos o son escasamente fieles a ellos. Posiblemente esa es la gran catástrofe reciente de la izquierda, su renuncia a los valores a cambio del poder. Esta carencia de liderazgo a nivel europeo y mundial ha sido analizado en un debate en Segovia entre el director de El País y el intelectual y ensayista alemán Rüdiger Safranski dentro del excelente Festival Hay que cada año lleva cultura de la buena a la ciudad castellana. Safranski dijo que "estamos metidos en una terrible trampa y sólo nos queda reconocerla como tal para poder defendernos de ella".
Y añadió que "ha llegado el momento de recobrar la fe en las ideas, en la democracia y de decidir. Si carecemos de políticos carismáticos, sólo nos quedan los grandes principios". Tiene razón, aunque no parece que le vayan a hacer mucho caso. Parece como si los líderes europeos y hasta el de la constelación estelar, Obama, prefirieran ir sorteando de cualquier manera cada obstáculo en lugar de tocar a rebato, buscar grandes pactos y decir a la población lo que de verdad está pasando.
La falta de liderazgo de hoy en día -que tal vez no sea "el" problema, pero que es una parte fundamental del problema- se basa en que no hay alguien que diga la verdad: que las cosas están mal, muy mal. Entre nosotros y en todos los países occidentales de la vieja Europa y de Estados Unidos, los que ostentan el poder y los que quieren conquistarlo tienen miedo a que decir la verdad pueda hacer que la sociedad les de la espalda, porque la mayor parte de los ciudadanos prefiere no saber la verdad antes que enfrentarse al problema. Pero sin verdad no puede haber liderazgo. ¿Interesa la verdad o interesa conquistar el poder? ¿Los principios o, como dice Guerra, el marketing, la rentabilidad inmediata? "Lo mejor de ganar, decía Groucho Marx (no Karl) es que hay otro que pierde". Un sabio plenamente vigente. Gane quien gane tendrá que decir la verdad.