Sindicatos en la picota
08/06/2011 - 00:00
Los telepredicadores quieren llevarlos a la picota. Está de moda despellejar a los sindicalistas y desprestigiar a los sindicatos. La verdad es que su complacencia con el Gobierno Zapatero mientras arreciaba la crisis ha dado madera para esta y otras hogueras. Incluso la huelga general que montaron, por lo teatral, recordaba los trampantojos que Potemkin organizaba para Catalina la Grande intentando disimular la miseria que devoraba a Rusia por aquél entonces. Pero la crisis tantas veces negada, como toda realidad preterida, acabó por cobrarse venganza. En el caso de los sindicatos en términos de credibilidad. En el del Gobierno Zapatero con el mayor castigo sufrido por el PSOE en las urnas.
Dicho todo esto hay que recordar que los sindicatos existen, que su existencia y legitimidad está amparada por la Constitución y que, lo más importante, su tarea de mediación y negociación con los empresarios, sigue siendo imprescindible para el funcionamiento armónico de una sociedad post industrial tan compleja como la española. O como las de los países de la Europa a la que pertenecemos.
¡Claro que hay ocasiones en las que adoptan posiciones intransigentes! ¡Claro que hay veces que montan conflictos artificiales y miran para otra parte cuando actúan los piquetes! Es verdad, pero también lo es que sin los sindicatos los trabajadores estarían indefensos ante potenciales empresarios desaprensivos o posibles normas laborales darwinistas.
Ahora que han fracasado las negociaciones con la CEOE para acordar una reforma laboral y todo son reproches entre las partes, creo que es momento de serenar las palabras. Que el Gobierno (agónico, por cierto) mande al BOE la nueva normativa y que, puesto que padecemos una crisis económica de ciclo largo, nos pongamos todos manos a la obra para recomponer la situación. Los sindicatos -y también la patronal-, son contrapesos; elementos de contrapoder que impiden o corrigen los abusos de la otra parte. En una sociedad compleja como la nuestra, son necesarios. Tienen que modernizarse, adelgazar burocracia y financiarse únicamente con cargo a las cuotas de los afiliados, pero ¡ojo! cuidado con tirar del tapón de la bañera porque se puede ir el niño por el sumidero. Si así fuera, volveríamos al siglo XIX. Volveríamos a Manchester y habría que volver a inventarlos.