Solidaridad con la supervivencia

19/04/2013 - 00:00 José Serrano Belinchón

  
  
  
  Dentro del penoso panorama en el que nos desenvolvemos, donde hace tiempo que sonaron las alarmas de la injusticia social e institucional bajo los más diferentes aspectos, se advierten de tarde en tarde ciertos detalles de la vida común que nos dan cuando menos un hálito de esperanza. Uno de ellos lo podemos comprobar un día cada mes en la parroquia a la que pertenezco, donde en los minutos previos a la celebración de la misa del último domingo es todo un desfile de feligreses depositando en el lugar destinado para tal fin, bolsas de alimentos imperecederos con destino a las familias que los necesitan. Los donantes son en su inmensa mayoría personas de la clase media, incluso de la clase media baja, que conocen lo que es hacer frente a la vida en condiciones precarias y lo que debe de ser la tragedia diaria de amanecer sin tener dispuesto un vaso de leche para dar a sus hijos antes de marchar a la escuela. Sí, hay niños en nuestra sociedad que van al colegio en ayunas. Se encoge el corazón sólo al pensarlo, pero es así, y así seguirá siendo si los ciudadanos de a pie no nos implicamos en el asunto.
 
  No sirven excusas cuando necesidades tan primarias como el alimento diario es una carencia para tantas familias cercanas a nosotros. No cabe pensar en quiénes puedan tener la responsabilidad de haber creado esta situación, que sin duda los hay, ni tampoco en quienes nadan en el mar de la abundancia, incluso dentro del sector de privilegiados que más protestan. La situación es tan grave y tan urgente para muchos de nuestros semejantes, que no hay tiempo para pararse en disquisiciones que nada resuelven. La solución al problema del hambre tendrá que llegar, esperemos que sea pronto. La mísera pensión de los abuelos no se puede estirar más, no da para tanto.
 
  Las noticias de corrupción y del mal uso de los bienes comunes nos llegan a diario en noticias donde se habla de cantidades astronómicas, suficientes para mitigar tantas tragedias insostenibles como tenemos alrededor nuestro. En tanto la vida continúa, seguimos viendo en nuestras calles a personas que hurgan en los contenedores de basura en busca ¿de qué?, grupos de mujeres -muchas de ellas de otros países y de otras creencias- esperando la hora del reparto en la puerta de las iglesias como única salida a su problema familiar convertido en un problema de todos nosotros, y lo que es peor, de resultado imprevisibles si antes no se le pone remedio.
 
  Leí días atrás cómo ha surgido un acuerdo de colaboración con la parroquia por parte de los poderes civiles, con resultados beneficiosos como solución de urgencia. Ha sido en Horche, donde el Ayuntamiento se ha unido a la Iglesia en un frente común de colaboración y se ha puesto a recoger alimentos con destino a las familias necesitadas. Todo un ejemplo. Que la solución definitiva deberá pasar por que haya trabajo para todos, ya lo sé. Esperemos que quienes rigen la vida de los pueblos den en la diana, preocupándose más de sus administrados que de ellos mismos, cosa difícil de asumir por parte de los que ostentan el poder, pero inexcusable y urgente.