Solidarios con el dolor de los lorquinos

12/05/2011 - 00:00 Rosa Villacastín

 
Cuando el 11 de marzo pasado veíamos las imágenes del terremoto que asoló Japón, poco podíamos imaginar que dos meses después los próximos en sufrir las consecuencias de los seísmos serían los lorquinos. Es como si el número 11 no presagiase nada bueno, sólo tragedias, desolación y muerte. Y, sin embargo, sigo creyendo que todo es fruto de la casualidad, del baile de números, puesto que ningún experto ha podido prever ninguna de las catástrofes ocurridas en los últimos años, ni siquiera la de las Torres Gemelas de Nueva York, o la de los trenes de Madrid, mucho menos lo ocurrido en Lorca. Tragedias, que tantas vidas han costado y que tanto dolor han producido en el mundo, por más que ahora nuestros pensamientos, nuestra inquietud, se centre en los más cercanos, en los familiares de las ocho personas fallecidas en Lorca, entre ellas un adolescente de 13 años, que murieron aplastadas por el derrumbe de sus viviendas o de parte de ellas.
   Si creíamos que ya lo habíamos visto todo con las imágenes que nos llegaron recientemente de Japón, no es así. Anoche se me partía el alma escuchando a todas esas personas que a través de sus teléfonos móviles llamaban al programa "Hablar por hablar" de la cadena Ser, expresando su angustia por lo que había ocurrido y su miedo por lo que pudiera ocurrirles a ellos o a sus familias en las próximas horas o días. Eran voces anónimas, las que con un hilo de voz fueron desgranando a lo largo de la noche y la madrugada sus pequeñas historias, sus grandes tragedias, como la del ecuatoriano que después de once años en España, había perdido su casa, a la que ya no podría regresar porque era puro escombro, y se encontraba durmiendo en la calle en compañía de su hija de 7 años y su mujer; la del jubilado que no se atrevía a traspasar el umbral de su puerta no fuera que se le viniera encima todo el edificio; o la de María, preocupada por la salud de su madre de 93 años, a la que tuvieron que sacar de su vivienda casi en volandas porque no podía andar, y que en ese momento iba camino de algún hospital de la zona, ya que el "Rafael Mendez" había quedado inhabilitado, con un ataque de ansiedad del que no sabía si se recuperaría.
   Ha sido una noche larga, de insomnio, de imaginar lo que se les pasaría por la cabeza a todas esas personas que habiéndolo perdido todo, aún tenían ganas y fuerzas para marcar el número de una emisora de radio, para pedir que no les olvidemos, que seamos solidarios con su dolor, ahora que tienen que volver a empezar de cero.
   Leo que los partidos políticos, todos, han decidido suspender la campaña electoral para centrar sus esfuerzos en recuperar el pulso a una ciudad que se encuentra en estado de alarma. Una ciudad que habrá que levantar de nuevo con la ayuda de todos, sin excepción, y de cuya tragedia no debería aprovecharse nadie, ya que eso es al fin y al cabo lo que quiere la ciudadanía, que los políticos se entiendan y arreglen sus problemas cotidianos sin tener que recurrir a la descalificación o al insulto. Ahora tienen la oportunidad de hacerlo y no deberían desaprovecharla por el bien de todos, pero sobre todo, por el bien de los que peor lo están pasando.