Somos como somos

13/01/2019 - 13:03 José Serrano Belinchón

Durante las pasadas fiestas han podido ser más de un centenar las felicitaciones que por los distintos medios todos hayamos recibido.

Navidad es Navidad, toda la tierra se alegra y se entristece la mar”. Han pasado los días de la quincena grande para quienes las fiestas de Navidad son siempre bienvenidas,  pues porque nos llegan portadoras de un mensaje sublime. La frase entrecomillada es el principio de una de las primeras canciones de un admirable paisano y amigo, José Luis Perales, un genio de la música con quien viví de cerca alguno de sus primeros éxitos, al lado de su hermana Alicia y de su cuñado Carlos, compañeros de curso en la Escuela Normal de Cuenca, y compañeros de trabajo, años después, en una importante ciudad del Levante Español; familia ejemplar que, pese a haber fallecido el padre, la amistad se ha perpetuado con los Ochando Perales hasta el día de hoy.

   En mis años de radio tuve frecuentes contactos con esta familia, que años después seguimos manteniendo por Internet y por felicitación postal, siguiendo la costumbre, en cada Navidad. Y es porque el sentido del paisanaje entre los conquenses nos suele marcar, más cuando las circunstancias nos dan la oportunidad de vivirlo y de manifestarlo. La afinidad en el ser y en el sentir suele tener un carácter muy particular entre las gentes de nuestra tierra, por el simple hecho de serlo.

   Durante las pasadas fiestas han podido ser más de un centenar las felicitaciones que por los distintos medios todos habremos recibido, siguiendo la costumbre de lo que nuestra señora la Tradición manda; directa o indirectamente, el circulo que entre los españoles genera la Navidad, creyentes o no, se basa en el hecho histórico que da lugar a esas fiestas, que siempre conllevan un halo de paz y de buenos deseos para las gentes de toda la tierra. Nos hacen distintos las formas y las costumbres navideñas, también a los no creyentes, al menos por unos días. Siempre hay algún motivo para ser distintos durante esos días, al menos así lo creía yo, lo contrario sería nadar contracorriente, aunque podría surgir lo inesperado, el golpe seco sobre Nuestra Señora la Tradición. “Feliz solsticio de invierno”, he leído en la felicitación de una conocida militante de izquierdas residente en nuestra ciudad, y por demás también paisana mía. Me dolió extraordinariamente. Espero que lo seguirá haciendo en el solsticio de verano, y, por qué no, en los equinoccios de primavera y de otoño si ese es su deseo. Somos como somos.