Sordo penar

18/08/2011 - 17:56 Rafael Torres

Los únicos que no parecen indignados, pese a su torrefactante exposición a los calores de Madrid, son los alegres y desenfadados chicos del Papa. A casi todos los demás se les llevan, literalmente, los demonios: A los buenos amantes del fútbol, consternados por la irrupción de los bajos fondos en la persona del tal Mourinho, uno de esos torvos personajes que se las arreglan para miserabilizar cuanto tocan. A los vecinos de Madrid, unos cuatro millones, que siendo despojados del derecho a la libre circulación, no tienen un negocio céntrico que les consuele. A los que, por imperativos de la fisionómica o por capricho de la Naturaleza, tienen cara de laicos, toda vez que los antidisturbios se excitan muchísimo al verles. A los que, además de tener cara de laicos, tienen la profesión de periodista y tratan de informar sobre lo que sucede en los aledaños de la Puerta del Sol. A los que, independientemente de su ideología o de su adscripción partidaria, consideran que el brindis de unos concejales con su alcalde por la salud de San Sebastián es un suceso simplemente civilizado. González Pons no se encuentra entre ellos. A los que se les rompe el corazón, por rabia e impotencia, ante la descomunal hambruna en el cuerno de África que condena a muerte a centenares de miles de criaturas. A los que también se les rompe por las impunes matanzas de Bachar El Assad y sus secuaces en Siria. A los que, en otro orden de cosas radicalmente opuesto, chupan del bote de las Diputaciones Provinciales, y que, desde hace unos días, no les llega la camisa al cuerpo. En fin; que así parece ser ésta vida: unos tanto y otros tan calvos. Pero en agosto, que es un mes un poco irreal, las cosas adquieren un aire aún más crepuscular y extraño. Tanto espumeante bullicio por aquí, tanto sordo penar justo al lado.