Sortu y el final

26/03/2011 - 13:48 Esther Esteban

 
Estaba claro que si finalmente Sortu no era legalizado, ese oscuro mundo que ampara a los etarras pondría en marcha su plan B enquistándose en un partido legal, con el fin de poder estar presente en los ayuntamientos y las instituciones. ETA necesita dinero, poder e información para seguir con su locura asesina y por eso hará lo que haga falta para conseguir estar en los ayuntamientos de una democracia que desprecian. Necesita el dinero que sus victimas pagan con sus impuestos y la información a la que tiene acceso, para luego seguir con su orgía de sangre y terror. Lo que ha dicho el Supremo, tras 16 horas de deliberación y una ajustada votación de nueve contra siete, es que SORTU ha intentado fabricar un artificio de legalidad para poder concurrir en las próximas elecciones, pero no tiene voluntad real de romper con ETA. Eso estaba claro desde el principio y no solo por la puesta en escena de la formación -donde lo raro era encontrar alguien sin antecedentes penales- sino también por su insistencia en verbalizar que solo aceptan las reglas del juego democrático y se someten a ellas por imperativo legal. Esta cantinela de los lobos que se disfrazan de corderos e intentan sortear, con palabras huecas, los obstáculos que marcan las leyes la llevamos oyendo mas de 30 años y siempre ha tenido las mismas consecuencias dramáticas. Si Eta quisiera poner fin a su historia solo tendría que salir mañana mismo, despojarse de sus capuchas del KU- KLUX- KLAN, pedir perdón a las víctimas y cumplir las penas. Solo la rendición y el abandono definitivo de las armas nos daría garantías de que toda esta pesadilla se ha terminado, pero no es así y, por eso, la desconfianza es cada vez mayor. Apelan ahora, como han hecho siempre, a la generosidad de los demócratas para que les dejemos entrar en el club de las personas honradas y, nuevamente consiguen que nos dividamos entre los bienpensantes, que creen sin dudar que algo se mueve en ese mundo oscuro- y quienes optan por que sean los hechos los que demuestren tal realidad. Hace mucho tiempo que hicieron del negocio del terrorismo su forma de vida, su sopa boba. Son de gatillo fácil, fanfarrones que airean sus gatillazos y presumen de sus hazañas de dolor y sangre. Por eso desconfiamos de que esta vez sea la definitiva y pedimos pruebas irrefutables de que no volverán a las andadas. Una prueba de su engaño es que ni siquiera han optado por presentarse ante su electorado con un cambio de caras. Son los mismos que formaron parte de la Mesa Nacional de Batasuna. Los mismos que acumulan condenas por colaborar con el terrorismo, los mismos que se niegan a señalar con el dedo a los del tiro en la nuca. Desconfiamos si, y por eso no somos menos demócratas que los bienpensantes sino mas prudentes. Todos celebraremos el día que esta pesadilla escriba su punto final, pero ese final debe de escribirse con vencedores y vencidos. Solo así podremos perdonar aunque olvidar será difícil por respeto a la dignidad de la víctimas.