SOS, aquí José Blanco

14/12/2010 - 00:00 Rafael Martínez Simancas

 
Al principio podía ser un temor pero ya podemos tener por cierto que el Gobierno no sabe cómo salir del estado de alarma (será por la novedad, por el carácter bisoño del ministro en asuntos militares o porque la Constitución por tenerla por la gran desconocida cada vez que nos aventuramos en ella nos depara mayores sorpresas). "SOS, aquí el Ministro", es el mensaje cifrado que emitían las rayas de su corbata en la comparecencia en el Congreso. No extrañe que la UME (Unidad Militar de Urgencias) acabe rescatando al ministro atascado igual que los bomberos de las películas descienden gatos de los árboles mientras los vecinos miran con asombro la maniobra trepadora de la escala. De manera extraordinaria se decretó el estado de alarma y de manera bastante "ordinaria" se va a pedir la prórroga en el Congreso porque quince días pasan "volando" (con perdón). En este plazo el Gobierno ha conseguido parte de su objetivo. El inicial era restaurar el espacio aéreo dañado y se consiguió, pero la segunda parte es la más complicada porque no ha logrado ni apaciguar ánimos ni hacerse con los mandos. El estado de alarma en lo que a los controladores se refiere es como si les hubieran anestesiado de manera transitoria pero en algún momento volverán a recuperar el habla. A Blanco le pueden preguntar qué ha hecho durante quince días para acabar con la amenaza y dirá que poca cosa. El estado de alarma recuerda la inscripción de las viejas espadas de Toledo: "No me saques sin razón, ni me envaines sin honor". Una vez desplegado todo el aparataje, una vez desmochadas las torres de control, una vez tomado el mando por parte de la autoridad militar correspondiente... ¿qué?, y al mirar en el entorno de esta medida tan aparatosa como hueca da la impresión de que el ministro ha metido los pies en el barro. La salida hacia atrás es admitir un error de cálculo, y hacia delante es prolongar el estado de alarma cada quince días. Dejaría de convertirse en aquello que se pensó para pasar a categoría de estado habitual. De tanto avisar que viene el lobo al final el bosque es un cachondeo de caperucitas que cruzan cuando les sale de la cesta. Y ni el lobo es respetado como merece, ni las caperucitas caminan con seguridad, ni el cuento es algo digno. A cada uno según su rango. Parece que Blanco juega al rugby y lo que hace es practicar la "patada a seguir". Cuando el avance no está muy claro es mejor lanzar el balón varios metros por delante que dejarse bloquear por el contrario; luego ya veremos cómo y dónde cae el balón pero de momento todo aquello que sube al cielo tiene más posibilidades de salvarse que si se queda en la tierra. Cámbiense balones de rugby por aviones y entenderemos mejor el laberinto del ministro.