Soy fumadora... deténganme

07/01/2011 - 00:00 Esther Esteban

Soy fumadora y muy critica con la polémica ley antitabaco. Lo he dicho y no lo oculto, aunque lo políticamente correcto sea hacer propósito de la enmienda y decirle al mundo que estoy profundamente arrepentida por este vicio que acabará matándome y contamina a todo el que este a mi lado. El día que se anunció la ley y en los términos en que fue concebida pedí a la Administración, tan empeñada en fiscalizar los usos y costumbres privados, que puesto que era un caso perdido, una drogodependiente de la nicotina sin remedio, me diera el mismo trato que a cualquier otro drogadicto: me ayudara a salir del pozo oscuro y en tanto que soy una fiel pagadora de mis impuestos y a la Sanidad Publica en mi medio siglo de vida no le he costado un duro -afortunadamente tengo una salud de hierro- me pagara el tratamiento de desintoxicación. Inicié un programa para dejar de fumar pero tuve que abandonarlo porque mi profesión tiene unos horarios incompatibles con los de los común de los mortales y entonces pedí que se me ayudara con medicamentos. Esas famosas pastillas, que al precio de cien euros hacen más llevadero el "mono". Ahí empezó el problema. La administración facilita metadona, gratis total a los drogadictos, pero a los fumadores, esos seres despreciables e insolidarios que se han convertido en la escoria de la sociedad, les niega el pan y la sal. No se merecen ni siquiera una rebajilla en el tratamiento porque con ellos el castigo ha de ser ejemplar. "Quien la hace la paga", debió pensar la ministra de Sanidad, que en plena ebullición del talante quiso dar un ejemplo de mano dura. Desde el día 2 tenemos una España sin humos, como ufanamente dice el Gobierno y también un montón de bares y restaurantes que han visto como la ley antitabaco puede dar al traste con su negocio. Hay más gente a las puertas de los bares que dentro y, claro, así no se consume, y si no se consume se quiebra. Algunos, los más osados, se han declarado insumisos, pero esa palabra que antes era algo de progres y muy utilizada antaño por la izquierda, se ha convertido en algo maldito en los tiempos que corren. Ha habido pequeñas rebeliones en bares de Castellón y las policías locales de casi toda España en vez de detener a chorizos se dedica ahora a perseguir fumadores. Como acertadamente dice el presidente Miguel Angel Revilla estamos en los tiempos de los delatores, los soplones y los chivatos que se van a poner las botas cazando fumadores. Vale más una buena delación que una buena ración de libertad individual. Dicho esto la ley ha tenido efectos positivos ¡como no!, y son muchos los fumadores que han decidido "tirar la colilla", pero otros, como yo, tenemos el veneno metido en el cuerpo y una reacción ácrata e insumisa ante lo que consideramos una seria injusticia. El razonamiento es simple. El Gobierno nos trata como apestados, pero no quiere eliminar la peste, nos dice que debemos dejar de fumar pero no prohíbe el tabaco porque con sus impuestos llena las arcas. Dice que somos enfermos, pero nos saca del sistema de la Sanidad Pública -que también nosotros ayudamos a pagar- y nos niega el derecho a la curación con medicamentos que ayuden a paliar nuestro mal. Dice que lo nuestro es una enfermedad contagiosa porque nos matamos nosotros y provocamos la muerte de quienes nos rodean y por eso fomenta el "chivatazo" para que seamos señalados con el dedo por compañeros de trabajo, familiares y amigos. Somos escoria, las víctimas de un sistema que nos trata como a verdugos y por eso o nos rehabilitan o nos aíslan. Lo he dicho alguna vez y lo repito soy fumadora y si no me rehabilitan, si me niegan la posibilidad que se le da a cualquier enfermo: deténganme. El siguiente paso será que las fuerzas del orden vengan a buscarme a mi domicilio y como un delincuente más se me someta a un castigo severo para purgar el delito. Soy fumadora y o me curan o me llevan al trullo y a ser posible sin beneficios penitenciarios para evitar la tentación