SpaOUT


Cada cierto tiempo sale a la palestra pública el debate de las balanzas fiscales (sistemas de reparto y financiación entre autonomías) y siempre vinculado a necesidades políticas, nunca reales de los ciudadanos. El verano pasado, a colación del resultado electoral, se ahondó en el cupo vasco o se abrió el melón del cupo catalán. Meses después y tras la renovación del Parlament, una de las premisas que pone ERC (o que el PSOE-PCE ofrece, al final la diferencia entre llamar a ir a abrir es ridícula) es que Cataluña recaude el 100% de sus impuestos. Es quizá la pata más débil de la transición demográfica que nos tragamos en nuestra infancia, la falta de equilibrio de la España de las autonomías. Ya no solo por el aspecto económico (que también) sino por la propia convivencia. En un país serio el Congreso de los Diputados tendría una distribución distinta por criterio de estabilidad y tendría un Senado plural que reflejara las distintas sensibilidades regionales. A día de hoy, el Congreso está condicionado por las minorías autonómicas y el Senado es coto de caza del principal partido de la oposición. Regularcillo cuando menos.

    No seré yo quien vaya contra una España plural y multicultural que reivindique las diferencias, pero en ningún caso es motivo para obviar las similitudes. Yo me considero español y tengo más afinidad con cualquier persona de este país, esté donde esté, que con un señor con bigote rubio de Noruega que no compartimos ni idioma, ni costumbres, ni temperatura ni historia. Pero eso no quita que dentro del contexto tenga más afinidad con él por ser europeo que con un señor de Mongolia del sur que es casi seguro que no coincidamos en la vida. Es más, con ese señor a los pies del Tibet, soy prácticamente idéntico si nos comparamos con una hipotética vida extraterrestre que no esté basada en el carbono. Si queremos ver diferencias, pueden observarlas con la persona que les devuelve la sonrisa al otro lado del espejo. Tampoco seré yo quien niegue la evidencia, pero una persona nacida en Guadalajara se parece más a uno de Madrid, uno de Soria o a alguien de Cuenca que a un vecino de Murcia o Almería. Pero es absolutamente indiferente. De forma natural deberíamos empatizar de la misma forma con el alienígena, con el mongol, con el noruego, el catalán y con el vecino de enfrente, pero como existe un bombardeo político y un sistema de partidos que enfrenta a similares (que no iguales) para hacerlos enemigos (que no distintos) pues al final, preparemos el lanzamiento ibérico de heces como deporte olímpico para dentro de dos semanas a los pies del Sena. Que no, que no se puede mirar el 5% distinto cuando el 95% es idéntico. Para poner un ejemplo. Todos queremos (o nos provoca real indiferencia) que España gane la Eurocopa, pero discutimos sobre si Álvaro Morata debe ser nuestro delantero o que ponga a otro. El debate intrascendental se llama sobremesa y es motivo de lluvia de ideas, no de levantar manteles. En este país, en cada uno de nosotros hay un seleccionador español, un ministro de hacienda, un líder supremo de la ONU y un conato de cuñado que está encerrado. 

    En Guadalajara también sabemos sumar y podríamos ponernos un poco tontos con nuestras propias balanzas fiscales. Somos el proveedor oficial de energía de la Comunidad de Madrid (de los creadores de Trillo y Zorita, les presentamos la siembra de la huerta eléctrica alcarreña) y la provincia con más renta per cápita de la Región con menos número de inversiones reales (salvo las sempiternas promesas cada ciclo electoral). Campus Universitario, Hospital, Fuerte, Casco Histórico, etc.... entre unos y otros, la casa sin barrer. Pero al final hay que abrazar las diferencias y ver lo que nos une, que vivimos en un entorno privilegiado y que si alguien necesita una mano, hay que estar para ayudarle (agua en Cataluña, casas en la Palma, justicia en todas partes...) porque hay más razones para los “síes” que excusas para los “noes”. Si se hiciera una película nacional con las emociones como está ahora en cartelera, esto sería algo así. Rabia discutiría consigo misma apoyada en los hombros de Asco y Tristeza con Miedo avisando de lo que viene al horizonte mientras Alegría trata de unirlos a todos. Al final Ansiedad muta en Ennui (Aburrimiento en la filosofía francesa del s.XX) mientras envidia y vergüenza se dan besos cuando Nostalgia da la tabarra. SpaOUT, próximamente en su barbacoa de verano. No hay moraleja, simplemente somos ese país mediterráneo con un sol lleno de rarezas y esa provincia en tierra de nadie llena de oportunidades. Vivir es una contradicción oportunista propia de la condición humana. Incluso esta propia columna estival.