Su Majestad el libro

21/09/2019 - 18:53 José Serrano Belinchón

Las consecuencias nos las podemos imaginar, pero sería una insensatez pasar por alto la cantidad de pequeñas y de grandes empresas que se han quedado sin trabajo. 

Algo muy parecido a esto recuerdo haber escrito años atrás con motivo del cierre en nuestro país de mil librerías en el corto espacio de doce meses. Una noticia fatal, que hoy podríamos repetir con muy pocas variaciones. El quiz de la cuestión sigue siendo una realidad constatable. Muchos establecimientos expendedores de cultura en formato papel, siguen cerrando sus puertas porque los libros no son un especial artículo de consumo.

  La causa parece ser de lo más diverso, según las circunstancias, empezando porque el libro, según unos, es un producto caro; otros, en cambio, arguyen que no tienen tiempo para leer, en tanto que el ambiente general en torno al libro está atravesando una mala época, hasta el punto de habernos llevado a perder en un estado de apatía, en el cual, el hecho de saber se ha convertido en un deseo menor frente al poseer, lo que significa que los valores del espíritu han perdido la batalla frente al materialismo imperante, es decir, que dos y dos son cuatro, pero cuatro mejor que dos si se trata de valores tangibles, que se puedan ver con los ojos, tocar con las manos y elevar la cifra de los fondos disponibles en la cuenta corriente. Y si a ello añadimos la aparición de los nuevos sistemas de llegar al conocimiento de las cosas por medio de las modernas tecnologías -donde con un simple toque de ratón puedes disponer, gratuitamente, de la última novela o del libro que en tu juventud deseaste- lo entendemos todo. Habrá más razones que añadir a la lista del “porqué” en el asunto que nos ocupa, si bien, todas han colaborado, y lo siguen haciendo, para que en un futuro nada lejano, las librerías lleguen a convertirse en establecimientos minoritarios, escasos, huérfanos de aquella estima y del prestigio que tuvieron siempre.

  Las consecuencias nos las podemos imaginar, pero sería una insensatez pasar por alto la cantidad de pequeñas y de grandes empresas que se han quedado sin trabajo. Por lo pronto, cerca de un millar de familias se han visto forzadas a prescindir del negocio que era su medio de vida; centenares de imprentas acusaron el golpe sin muchas esperanzas de recuperar lo perdido; los distribuidores, también por centenares, han visto fluir con menos presión el grifo de sus ingresos. Y todo, en fin, lo que gira en torno al libro, del que se dijo ser el mejor amigo del hombre; por unas causas u otras, continúa en estado de riesgo.