Talibanes

10/09/2021 - 10:37 Jesús de Andrés

La toma del poder por parte de los talibanes en Afganistán ha ocupado este verano eso que se ha dado en llamar la actualidad informativa.

Agustín Almaraz salió de prisión el pasado 23 de agosto. Entró en la cárcel en 1995 tras asesinar a un guardia civil, dos policías nacionales y un drogadicto. Veinticinco años a cambio de 4 vidas. Al salir de la cárcel lo hizo con una camiseta roja con una hoz y un martillo y las siglas CCCP (las de la Unión Soviética, URSS, en ruso). Fue recibido en su barrio de Bilbao con un cálido homenaje, con música y pasacalles. Imaginen que un violador fuera recibido con honores. Imposible concebirlo. Curados de espanto como estamos, apenas sorprende que un criminal sea agasajado públicamente, humille a todas las víctimas del terrorismo y no muestre el más mínimo signo de arrepentimiento. Lo que me chocó sobremanera, al ver las imágenes, fue su camiseta de manga corta, esa reivindicación extemporánea de un régimen político que cayó hace treinta años, de una dictadura brutal, de un sistema económico que sólo generó miseria y espanto. Lo imagino convencido de su superioridad ideológica, inserto en una mente psicópata, incapaz de sentir la más mínima compasión por los demás. Un sectario en posesión de la verdad. 

La toma del poder por parte de los talibanes en Afganistán ha ocupado este verano eso que se ha dado en llamar la actualidad informativa. Unos jóvenes barbudos armados hasta los dientes, hijos o nietos de los muyahidines de los años ochenta, han conseguido echar fuera del país a las tropas estadounidenses y del resto de países occidentales. Guiados por una lectura rigorista de su religión, atendiendo sólo a las enseñanzas de su libro sagrado y de su teología, su afán es construir una teocracia en la que la religión impere, sin dejar el más mínimo margen a cualquier tipo de disidencia y relegando a la mujer a una marginación más negra que el burka con el que son obligadas a vestir. Ellos poseen la verdad y la fuerza, su dios les apoya. Todo lo que no sea su visión rigorista del Islam es terreno infiel.

Comienza el curso académico y se anuncia la impartición de clases de religión islámica en dos centros educativos baleares. La comunidad islámica crece, cada vez es mayor, sobre todo en comparación con la población autóctona, que hace tiempo renunció a la natalidad, y lógicamente pide lo mismo que tienen otras religiones: impartir su catequesis a costa del erario público para formar creyentes. Si lo hace el catolicismo, el mismo derecho tienen judíos, protestantes o musulmanes a que las administraciones públicas paguen a sus profesores de religión. Un despropósito al que debemos acostumbrarnos, ciegos como hemos estado fomentando nuestro particular monoteísmo. El mundo se radicaliza, las sociedades talibanas se extienden, los valores del liberalismo democrático están en proceso de extinción planetaria. Caeremos en la cuenta cuando sea demasiado tarde.