Tanatologistas: una nueva profesión

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Cartas al director
CARLOS LEÓN ROCH Madrid
El Congreso de los Diputados ha cometido el doble crimen de permitirle aborto a las chicas de 16 años, sin el necesario permiso de los padres para matar al no nacido y también en convertir el aborto, de un delito despenalizado en determinadas circunstancias,m como estaba conceptuado hasta ahora en el Código Penal,.
En un “derecho” de las mujeres, incluso sin que el padre tenga algo que decir…
Por si fuera poco, ahora se va a obligar a las Facultades de Medicina a enseñar a abortar, a enseñar a matar a los futuros médicos. ¿Es el final?
En otras épocas sería impensable que los suicidas requirieran apoyo humano y científico para cumplir su propósito autodestructivo. También era inimaginable la existencia de “clínicas” habilitadas con el casi exclusivo propósito de destruir la vida humana antes del nacimiento.

Todos tenemos conocimiento de escenas desgarradoras, con chicas jovencísimas practicando un aborto en manos de viejas brujas curanderas, utilizando horribles instrumentos que, con frecuencia , llevaban a la muerte tanto al inocente feto como a la inocente/culpable embarazada.

Tras los conocimientos científicos adquiridos a lo largo de la Historia, y tras las enseñanzas éticas, la Medicina se ha esforzado, con desigual éxito, en curar cuando era posible, en aliviar cuando no lo era , y en consolar siempre. Los diversos juramentos y los compromisos personales han salvado a lo largo de los siglos ese comportamiento en la inmensa mayoría de los médicos, de una u otra ideología, de una u otra cultura.

Ahora, en un mundo en el que las verdades coinciden obligadamente con lo que dictan las leyes y, en definitiva, con la opinión de unas determinadas mayorías, hay una tendencia evidente a que la legalidad y los organismos e instituciones que forman la sociedad colaboren tanto en el logro autodestructivo (eutanasia activa o pasiva, colaboración al suicidio) como en la actuación abortiva. Es evidente que la misión que han venido realizando los médicos a lo largo de la Historia no se identifica con esas otras propuestas, por lo que no es lógico incluir las acciones eutanásicas o abortivas entre las obligaciones o misiones médicas. Si bien la tanatología es el estudio de la muerte, tampoco los tanatólogos pueden tener entre sus atribuciones la realización de técnicas destructivas, porque su misión consiste en justamente lo contrario: obtener toda la información posible de los fenómenos relacionados con la muerte para conseguir proyectarlos en el mejor ejercicio de la Medicina, esto es en aquello que mencionábamos de “curar, aliviar o consolar”. De ahí que la honrosa denominación de “médico tanatólogo” no sea aplicable a esa nueva demanda social. A falta de una más afortunada denominación, la propuesta de “ Diplomado o licenciado tanatologísta” parece reunir las condiciones necesarias para definir esa profesión. Se tratará así de una nueva profesión totalmente ajena a la que ejercemos los médicos y los enfermeros. Los futuros tanatologistas se llamarían así al unir el sustantivo de origen griego “ tanatos” ( muerte) con el sufijo “ista”” que indica la dirección , la tendencia y el propósito: tender hacia la muerte, propiciar la muerte, matar. Ciertamente, los futuros tanatologistas necesitarán una vocación aún mayor que la de los médicos porque resulta mucho más gratificante salvar vidas, ( o simplemente aliviar y consolar existencias) que trocear un feto indefenso en el supuesto refugio del seno materno, o añadir cianuro en la sopa de un indefenso viejecito.

Los médicos estamos satisfechos con nuestra actual denominación: Licenciados o doctores en Medicina y Cirugía. No queremos más carreras.