Teoría de la elección pública

28/01/2013 - 00:00 Jesús Fernández


 
 
  En la historia de las ideas occidentales desde Grecia y Sócrates, existe una noción o categoría de lo público (res publica), un espíritu de lo común, como una dimensión ciudadana de la vida particular o individual que consiste en la preocupación por lo comunitario, por el bien general de la comunidad. Y esto creíamos que era un elemento definitorio de la vida y de la actividad de ciertos hombres y mujeres que ponían su tiempo y capacidades desinteresadamente al servicio de los demás ciudadanos. Con ello se constituía la esfera de la política, de la administración, del Estado. Con este esquema hemos vivido muchos siglos (Carlomagno, los distintos Imperios en Europa, Napoleón, la República de Weimar) hasta que hemos visto cómo los llamados hombres de Estado son sólo hombres que se colocan en el Estado para defender sus propios intereses. Este era un escenario idealizado.
 
   De este sueño nos ha despertado el profesor y economista, premio Nóbel de Economía en 1986 y que acaba de fallecer (1919-2013) con su teoría de la elección pública. ¿Qué se elige cuando se elige la actividad política? Hay una expresión de la vieja izquierda que hace temblar llamando a la ocupación del Estado mediante la dictadura del proletariado. De admitir al Estado hemos pasado a admirar y respetar al Estado. Hemos tenido una fe ciega en los poderes públicos para solucionar nuestros problemas económicos o de convivencia. Sin embargo, hoy día, los hombres públicos han conseguido, con su vida privada, desprestigiar la vida pública. La tesis de Buchanan es que no existe vida pública sino que los gobernantes se comportan como hombres privados y gestionan los asuntos públicos defendiendo sus intereses particulares.
 
  Los políticos no gobiernan para servir al pueblo sino para sí mismos. No existe la política en sí sin la economía. Toda la vida política, la vida pública es economía. Utilizan el acceso y disponibilidad de los recursos públicos en beneficio propio. Los partidos políticos dan cobertura a esta conducta. La lógica y la razón partidista están presentes en todo. Pero esto hacen también los ciudadanos particulares como es aprovecharse de lo que es de todos para sí mismos. Incluso en la inmoralidad de los políticos ven una justificación e invitación a la propia Según esto, tampoco existiría la tan pretendida distinción entre moral privada y moral pública.
 
  No hay más que una ética para todos, unos valore objetivos, una conciencia aplicable a cualquier actuación de la persona, sea en el ámbito privado o público y político. No hay valores públicos separados y autónomos o espontáneos. La honestidad y honradez de los gobernantes llevaría un plus de representación y ejemplaridad añadido pero no distinto. Nadie airea su vida privada como los hombres públicos. Todo es público en ellos, incluido lo privado.
 
  El interés por su vida privada nace en que son personas públicas. ¿Hay mayor intercambio e implicación de ambas dimensiones de la persona? El individualismo recorre e impregna toda la conducta pública. No hay signos de renuncia, austeridad, sacrificio, solidaridad en sus vidas. Por el contrario, la realidad presenta cada día más conductas ambiciosas, corruptas, tratándose del acceso a los bienes comunes por parte de aquellos gestores o representantes que deberían tratar, ahora sí, lo público como si fuese un bien privado para cuidarlo en beneficio de la comunidad y no malgastarlo muchas veces en beneficio propio para enriquecerse. Pero los simples ciudadanos hacen, muchas veces, lo mismo. Todos somos responsables de la conciencia moral y colectiva de un pueblo. .