Tiempo de pelayos

03/08/2024 - 11:20 Pedro Villaverde Embid

Huertapelayo está de fiestas este fin de semana y parte de la próxima. Además celebra los 50 años de la Asociación de Hijos y Simpatizantes y cien de la emigración de gran parte del pueblo a las américas. 

La mayoría de los pueblos de nuestra provincia tiran de orgullo en estos días del recién inaugurado agosto con motivo de sus fiestas patronales. Es el caso de Huertapelayo, el pueblo que vio nacer a gran parte de mi familia. Los pelayos celebran este fin de semana los festejos en honor a Santa María Magdalena. 

Pero es además tiempo de aniversarios. En 1924 los pelayos dejaban casi vacío el pueblo para emigrar en busca de una vida mejor a distintos países del mundo, principalmente a los Estados Unidos. El crack del 29 acababa con aquel sueño, pero dejaba muchas historias y sobre todo la constatación del espíritu valiente y emprendedor de una gente avispada, trabajadora y con ganas de prosperar. En 1974, después de sufrir años de casi abandono por la despoblación de los años sesenta, surgía una asociación de hijos y simpatizantes para unir esfuerzos y luchar por el futuro. Felicidades a sus artífices, en especial al recordado Bienvenido y al actual presidente, Enrique. La historia de aquella emigración y del resurgir con ayuda de esta agrupación vecinal la ha contado Salvador Herraiz Embid en nuestro periódico, en el mismo que su tío Salvador y su primo Pedro, directores en distintas etapas, han escrito centenares de artículos poniendo en valor las tradiciones, la vida de los pelayos, reivindicando mejoras como la carretera, la luz, el agua, el teléfono, servicios esenciales que durante tiempo no existieron y de los que fueron, en gran medida, artífices. Salvador Herraiz tiene un libro sobre el devenir de la localidad y sus familias digno de leer como también los escritos por Marta Embid.

Y  todo esto, en pleno Alto Tajo, a pocos metros de donde transportaron maderas los gancheros, que descansaban y participaban en los bailes de la fiesta pelaya. También los arrieros, vendiendo por todo el país miel y otros productos, escribieron bonitos capítulos de una historia de la que sentirse orgullosos y más en los días de la vuelta al pueblo para celebrar a la patrona.