Todos los Santos y los fieles

31/10/2010 - 00:00 José Sánchez González

 El mes de Noviembre, en el calendario de la Iglesia Católico, comienza con la Fiesta de Todos los Santos, el día primero, y la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el día segundo. Tradicionalmente se continúa con la práctica de la oración y los sufragios por los difuntos durante todo el mes, por lo que Noviembre se conoce como el Mes de los Difuntos o de las Ánimas. Esta solemne fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos hacen referencia, aunque con distintos formas y expresiones, a dos de los artículos del Credo; a saber, a la Comunión de los Santos y a la Vida eterna. Creemos que la comunión entre los que hemos sido bautizados, no sólo en esta vida, sino también después de la muerte, es una realidad gozosa y consoladora. Unidos, como miembros de un mismo Cuerpo, a nuestra Cabeza, que es Jesucristo Muerto y Resucitado, y siempre a través de Él, podemos dirigirnos a quienes nos han precedido en la fe y ahora viven en la plenitud de la bienaventuranza en la gloria de Dios. Ellos, por su parte, ejercen de abogados e intercesores nuestros ante el Señor, al que pueden ver y en cuya compañía viven para siempre. Los Santos nos sirven, además, como modelos en el seguimiento del Señor. En esta triple proyección de veneración de los santos, como participantes en la santidad y en la gloria de Cristo, de oración y de imitación, consiste el culto a los santos, en la Iglesia Católica, culto que no aminora ni suplanta el culto a Dios Uno y Trino, que es de adoración, y al que necesariamente ha de hacer referencia el culto a los santos, que está en un plano inferior. Por lo que se refiere a la Conmemoración de todos los fieles difuntos, en el día 2 de Noviembre y durante todo el mes y siempre, no se trata de culto a los muertos, sino de oración y ofrecimiento de sufragios y de buenas obras para que el Señor se las haga llegar como ayuda en su posible necesidad de purificación definitiva antes de entrar a disfrutar de la bienaventuranza eterna. También con los difuntos podemos entrar en contacto por medio de la oración y por los favores que a través de ellos podemos alcanzar del Señor. No es posible la comunicación directa con ellos, pues estamos en otra dimensión: Nosotros condicionados por los sentidos y por las limitaciones de tiempo y espacio; ellos, ya liberados de estas limitaciones. Pero sí podemos comunicarnos a través del Señor, que es nuestra común Cabeza del Cuerpo de Cristo, del que todos somos miembros. Ambas devociones, la devoción a los Santos y la oración por los difuntos son una gracia y un don de Dios, que nos es dado por nuestra fe. Son, además, una ayuda en la vida cristiana y un consuelo en la separación y el dolor que causa la muerte de los seres queridos. El culto a los Santos y la oración por los difuntos hacen que la muerte pierda el aspecto de final definitivo o de miedo, de terror y de un mundo de fantasmas, que otras prácticas no cristianas se empeñan en darle. Bueno sería que estas dos fechas de los Santos y los Difuntos nos ayudasen a recuperar el sentido cristiano de la muerte, el auténtico culto a los santos, y la oración por los difuntos. .