Tokio Kará: Sakura
Por fin soy libre, ya he dejado el hotel de cuarentena y estoy acomodado en el que será mi apartamento los próximos meses. He podido dar un largo paseo por la ciudad, seguido de unas importantes agujetas, y si hay algo destacado es que prácticamente no hay ambiente de Juegos Olímpicos. Hace año y medio la sensación de estar en vísperas del evento era mayor. La última encuesta publicada habla de que solo el 25% de los ciudadanos de Tokio quieren que se celebren los Juegos, la ciudad vacía de turistas extranjeros y la ausencia de obras previas —algo poco habitual en una ciudad anfitriona a menos de 100 días del evento— ayudan a esa sensación. Pero tras pasar el hito de los 100 días de cuenta atrás todo sigue su curso. En este momento la incidencia de casos de COVID está creciendo, pero por comparar con España (aquí no se suele usar la misma métrica) la incidencia a 14 días es de 37 casos por 100.000 habitantes, de las más bajas de mundo teniendo en cuenta que se trata de una de las zonas con mayor densidad de población. Mientras tanto acaba de comenzar la vacunación para los rangos de edad más altos una vez terminada la del personal sanitario.
Lo que se ha adelantado un poco este año es la «sakura»: la floración de los cerezos. Todos los años el calendario va indicando las fechas de máximo de floración desde que comenzó en el sur hace unas semanas hasta su finalización en las islas del norte del país dentro de unos días. Es un evento cultural en todo Japón, el país está plagado de cerezos y su floración no solo marca la llegada de la primavera sino mucho más. Abril es el mes de inicio del año financiero y académico, por ejemplo. Y luego está la variedad de especies existentes, con distintas flores, colores, tipo de ramas (desde puntiagudas a lloronas), incluso en los jardines del palacio imperial hay cerezos que florecen en otoño. Además de estos jardines y los parques que rodean el palacio en el centro de Tokio hay muchos lugares donde disfrutar de este espectáculo como el parque Ueno o algunas zonas en las orillas del río Sumida.
La floración en el campo siempre es preciosa, pero en medio de las ciudades tiene un matiz completamente distinto. Ya no son solamente los árboles, sino las alfombras de hojas que se crean, en algunas ocasiones sobre el agua. Hasta el hecho de contemplar esta floración tiene su propio nombre: «hanami». Y unas dudas que yo albergaba que he tenido que preguntar: ¿qué pasa en unos meses con la fruta? ¿Se llenan las aceras de cerezas maduras? ¿Se recolectan? Pues parece ser que la mayoría de estos cerezos no produce fruta comestible, sobre todos los de las ciudades cuyo principal cometido es el ornamental.