Torrijas repuntadas
Las torrijas, el dulce típico, están batiendo el récord con el precio más alto de la historia. Los analistas lo atribuyen al alza en la cesta de la compra de sus antaño humildes ingredientes esenciales.
Hay quien propone que ahora que andan de vacaciones, el Congreso de los Diputados debería cerrarse por obras. Y que a la vuelta sus señorías se vayan a discutir, insultarse y acusarse a tabernas y garitos, dejando de hacer un uso indebido de bienes públicos.
Parece que viven en otro mundo en esta Semana Santa pasada por agua en la que las carracas y los oficios religiosos han pasado a mejor vida en muchos pueblos. Siempre nos quedan las procesiones-espectáculo con pasos, nazarenos y balcones engalanados en las grandes ciudades.
Las torrijas, el dulce típico, están batiendo el récord con el precio más alto de la historia. Los analistas lo atribuyen al alza en la cesta de la compra de sus antaño humildes ingredientes esenciales: pan, huevo, leche, azúcar y, sobre todo, aceite de oliva.
Dicen los expertos que estas tostadas, con su sencillez y popularidad, se convierten en un indicador claro de la escalada continua en los precios de alimentos básicos y de primera necesidad.
Han subido un 34% con respecto al año pasado y el 72% si sumamos los dos anteriores. Casi nada. Los analistas también tienen en cuenta los repuntes del gas y la luz, consecuencia de la guerra de Ucrania, y factores como la sequía, que ha reducido la producción olivarera.
En mi pueblo, al terminar la trilla las abuelas improvisaban una merienda en la era con unas torrijas que temblaba el misterio. En ocasiones las reforzaban con miel y unos chorriones de vino. Sabían a gloria.
El sector turístico también está registrando, dicen, una Semana Santa de gloria. Será por dinero. Cuentan que las sillas en el recorrido de la afamada Sevilla duplican los precios de comienzos de siglo. De 40 a 187,32 euros. Casi como en los Bernabéu y Metropolitano.