Tractorada
“No hay más remedio que sacar los tractores a la carretera”, comentan en grupos de wasaps.
Muchos agricultores en activo de la comarca apenas han visto arar con mulas. Algunos están a punto de manejar sus ‘aperos de labranza’ con el móvil a través del satélite. Pero han tenido décadas para observar los precios casi congelados de sus productos y la subida imparable de los gastos. Dicen que hay meses que no llegan al salario digno de 950 euros fijado por el voluminoso Gobierno de coalición con Iglesias, Iceta, Colau y otros bucaneros del norte y nordeste.
“No hay más remedio que sacar los tractores a la carretera”, comentan en grupos de wasaps, a modo de modernas hermandades, más de un centenar de agricultores molineses dispuestos a subirse a la ola de indignación que ha estallado en el campo. La mayoría se consideran profesionales vocacionales. Hablan de recuperar la dignidad. No saben de oligopolios. Perciben su lucha cual David contra un Goliat de grandes cadenas de distribución, intermediarios, consejerías y ministerios abarrotados de cargos del montón y asesores. Y se han tornado más descreídos si cabe que sus padres tras las variopintas promesas electorales que llueven sobre mojado con un amenazante cambio climático.
En su suma a las tractoradas por toda España (atenuadas en Cataluña, con otras prioridades), los paisanos debaten la fecha más idónea para echarse de una vez a carreteras y calles. Algunos se preguntan junto a sus hijos y posibles sucesores: ¿cómo es posible que quien da de comer a la sociedad, el llamado sector primario en los libros y abundantes mesas de conversación sanchistas, reciba solo el 7% del precio de la venta final de su producción? ¿Eso se merece?
En la protesta contra la España vaciada que llenó las calles de Madrid hace casi un año se reivindicaba que los productores deberían percibir como mínimo el 33%, un tercio. Mucha gente podría vivir perfectamente, con dignidad y con respeto, si existiera justicia distributiva y se pagara correctamente un trabajo esencial. Y hasta se podría frenar la despoblación.
Sus líderes callan ahora hasta ver por dónde rompe la movida y la cadena. Lo hará, como establece una ley de la Física, por el más débil de los eslabones. Y volverán a sembrar la cebada pendiente y las primeras pipas, a rogar lluvia a San Isidro, y el cura a bendecir los campos. Como siempre.