Tradiciones

31/10/2015 - 23:00 Pedro Villaverde Martínez

Noviembre con su inicio de conmemoración del día de los Santos, seguido del de las Ánimas, da lugar a numerosas tradiciones que vienen de atrás unas, y otras más recientes. Muchos son los temas que el diario vivir nos pone de actualidad, como el del desafio independentista... Pero dejemos todo ello apartado para centrarnos en eso de la tradición ya que estos primeros días de noviembre son de los más tradicionalmente conmemorados… El día del terror como algunos dicen y que quieren aprovechar incluso en esos Parques temáticos de diversión porque para muchos pasar miedo o asustarse es una diversión muy entretenida. Uno recuerda que cuando pequeños pasábamos mucho miedo con aquellas leyendas de que las ánimas volvían en su noche a descansar en la cama donde lo habían hecho antes de morir. Si a esto unimos el continuo tocar, ¡y de qué manera! las campanas en noches oscuras y pudiéndose encontrar calaveras en cualquier esquina, que no eran si no calabazas huecas y recortadas con una vela dentro, podemos imaginar lo bien que algunos lo pasaban mientras otros se divertían. Eso sí, con un gran respeto a la conmemoración. Era tradición en televisión retransmitir cada año El Tenorio en estos días. La tradición ahora se ha convertido en su representación por distintos lugares de nuestra ciudad, intentando superarse cada año, cosa que consiguen a juzgar solamente por la cantidad de gente que asiste a esas representaciones. Por supuesto que todo ello tiene relación con esos días en que se recuerda de alguna o muchas maneras que la muerte es el final seguro de este camino que es la vida, pero con la esperanza de esa otra vida después y para siempre, llena de felicidad. Las carreteras se convierten en caravanas de coches en dirección generalmente a los pueblos y ciudades de cada familia para visitar a sus antepasados fallecidos, llevarles flores e incluso rezarles una plegaria. Son, sin duda, días para reflexionar lo corta que suele ser la vida en esta tierra. Tal vez nos quedemos en viajar, visitar el cementerio y poco más. Tal vez ni haya visita al cementerio, pero el que más y el que menos tiene un recuerdo para sus muertos. Que esa fe y esperanza nos ayude a llevar mejor este tantas veces repetido valle de lágrimas.