Transparentes

10/06/2013 - 00:00 Santiago López Castillo

  
  
 
Andan ahí, en la Carrera de San jerónimo, con la ley de Transparencia. Un proyecto de ley que se me antoja de cara a la galería o, como dicen los cursis, un brindis al sol. Se está gestando ante la algarabía de determinado populacho que hace tabla rasa y pone a caer de un burro a los políticos. No, miren, no; el que haya chorizos y sinvergüenzas no quiere decir que todos sean reos de muerte. En mis muchos años en las Cortes he conocido diputados y senadores muy honestos que incluso ponían dinero. Sin ir más lejos, el desaparecido Iñigo Cavero, que hubo de pagar gran parte de la deuda de UCD. Pero el gentío no se fía. Está encolerizado. Muchas veces con razón.
 
  Que alientan los medios de comunicación, incendiarios, incluido el grupo Intereconomía -cada vez más sensacionalista-, afines a la izquierda singular y plural, impulsados por los “jueces para la democracia” y una leche. A uno, que no es administrativista, le repatean los papeleos burocráticos del comunismo ayer y hoy y mañana, y en esta hora el Partido Popular -influenciado por una izquierda honesta y otra cerril-, siempre acomplejado, está asumiendo políticas de la socialdemocracia, con el jolgorio de Pérez Rubalcaba y del comunista Cayo Lara, joder qué tío, revisionista del frentepopulismo con rolex de oro, equivalente a ganemos la guerra que perdimos ayer aunque fuese por goleada. -¿Adónde quiere usted a parar? Pues que esto de la ley de transparencia es una forma de aumentar la burocracia. Lisa y llanamente.
 
   Y agrandar los presupuestos. Con un consejo, en la norma, que se presume “será independiente”. ¿Cuántos jueces son independientes? - ¿Y para qué está el Tribunal de Cuentas y otras hierbas? Para aumentar la burocracia y seguir chupando todos. - ¿Y para qué están la Fiscalía anticorrupción? - ¿Y qué me dicen de los interventores? Para, con esta norma, cruzarse de brazos. - ¿Y Hacienda, que somos todos, ja, ja…? Uno, por no declarar un par de artículos en el “ABC”, fue objeto de una “paralela” y hubo de satisfacer la correspondiente multa. Y otro tanto me ha sucedido este año porque la gestoría no declaró mi casa de Humanes.
 
  Así que la susodicha Ley de Transparencia se me antoja un añadido más al dichoso papeleo administrativo español que está, a mi entender, en contradicción con la simplificación burocrática para crear una empresa, normativa que está tramitándose en las Cortes. Los anteriores planteamientos expuestos nos vienen a demostrar que si las instituciones funcionan, no se salva nadie. De momento, los privilegiados. No todos, muchos y por medios ilícitos. Resuelta vergonzoso que los sindicatos chaperos, que acusan a cualquiera que circule por la acera de enfrente, no admitan que se les miren sus cuentas y se ponen dignos cuando son chupóteros y muy sanguinarios del presupuesto del Estado. PD.- Me fío más de los políticos ricos que de los caninos. Por ejemplo, José Luis Álvarez, que fue alcalde de Madrid, importante notario, pero desconfío de los que van de pobrecitos y se lo llevan crudo en un abrir y cerrar de ojos. V. gr., los Eres de Andalucía. ¡Pelotazo!