Trapos y trapicheos electorales

29/04/2019 - 13:17 Antonio Yagüe

Sánchez lució durante el anuncio-mitin del adelanto electoral un humilde traje, según los expertos de 4.000 euros.

Bonaparte durante sus batallas usaba camisa roja. Para él era importante, porque si resultaba herido con la camisa de este color no se notaría la sangre y sus soldados no dejarían de luchar. Toda una prueba de valor. Dos siglos después, nuestros políticos/as se acicalan con tales prendas para mitinear, debatir o posar en la Moncloa, el Falcon o el Palau, que ni en las pasarelas de Milán o Madrid. Por no hablar de la reina Letizia, “embajadora de la moda”, que sorprende alternando vestidos de Michael Kors de 1.557 euros en la Casa Blanca con trapejos de 60 de Zara. 

Sánchez lució durante el anuncio-mitin del adelanto electoral un humilde traje, según los expertos, de 4.000 euros. Las crónicas también destacaron el anorak de 1.150 pavos  y zapatillas de 350 de la ‘neohippie pijísima’ Artadi, portavoz de la Generalitat, o el abrigo de piel de Forcadell, de 1.200 del ala cuando acudió al Supremo tras dejar declarada la República de Catalunya. Tampoco fueron a la zaga Cospedal en su Pascua Militar, los vestidos fashion a juego con coleta de gimnasio de Cifuentes o los trajes de Camps, perfectos y a precio tan apañado que acabó en los tribunales.

Nada como los calibrados atuendos de ellos, con abroche/desabroche de chaquetas azules en los acalorados debates televisivos y pullas a diestro y siniestro. O los coloridos de ellas, como nuestra Valerio, ministra de parados y pensionistas pobres, con vistosos fulares y prendas conjuntados con su singular inteligencia, belleza y simpatía. O de Arrimadas imitando a la Reina, Sánchez con pantalones pitillo y zapatos abotinados en Leganés, Casado de penitente en Ávila, Rivera de motero o Iglesias con gabardina en el chalet y descamisado en los platós.

Insufribles han sido sus discursos sobre paro incombustible, pensiones en cuerda floja, educación en barracones, listas de espera, asalto a la Constitución y pactos. Demasiados reproches e insultos, pero ni palabra sobre el derroche que va y la crisis que viene. “La estética -también la verbal- es la ética del comportamiento. No es posible volar alto con discursos tan bajos”, le oí al profesor Emilio Lledó.

Tras votos y trajes, toca el encaje y algo de imaginación. Como con los bikinis.