Túmulos

02/08/2019 - 11:59 Jesús de Andés

Nada más original que no hacer ruido, no dejar huella, que pasr por una catedral, un museo, por un barrio antiguo sin dejar rastro alguno.

Somos animales sociales, como deíca el griego, animales de costumbres a los que condiciona lo que diga y haga el vecino para bien y para mal. Hay quien, a estas alturas, piensa que hacerse un tatuaje o dejarse barba hipster o llevar estos o aquellos zapatos es algo original, cuando no es más que otra forma de seguidismo, de formar parte de la tribu, de buscar congraciarnos con la raza humana. La moda, además de formar parte de la sociedad de consumo, pretende una originalidad inicial que al final deriva en que tan sólo el que escapa a ella es especial. Queremos ser como los demás, pero siendo únicos a la vez. Queremos ser únicos, pero no podemos dejar de ser como los demás.

En Tenerife se han cansado de los túmulos de piedras levantados en sus playas. Esas torres compuestas por cuatro o cinco piedras planas a modo de pirámide, de mayor a menor tamaño, comenzó siendo una idea bonita que dio lugar a bellas fotos con el mar de fondo, pero acabó siendo un problema cuando se multiplicaron por miles, arrasando la natural ubicación de las rocas y afectando a la flora y fauna del lugar. Es la última manía del turista masificado: dejar su original huella allí donde va. Hace unos años, ya en este siglo, se puso de moda entre las parejas jóvenes, a raíz de una novela de Federico Moccia, poner un candado en un puente para simbolizar su amor. Comenzó en el Puente Milvio de Roma, continuó en el Pont des Arts de París y no hay, hoy en día, ciudad ni río que no tenga un puente lleno de candados. Hasta tal punto, que en algunos lugares ha habido que restaurar los puentes por el peso, y algunas ciudades han acabado disponiendo lugares especialmente destinados a la colocación de los candados enamorados. El primero que lo hizo, o lo imaginó, fue original; a quienes lo siguen haciendo es mejor no definirlos.

Es verano, agosto, y casi todos visitaremos algún lugar turístico o especial. Confío en que no tengan la necesidad de dejar su marca, como antes se dejaba en los árboles o en los propios monumentos que se visitaban. Nada más original que no hacer ruido, no dejar huella, que pasar por una catedral, por un museo, por un barrio antiguo sin dejar rastro alguno. Bastantes marcas vamos dejando en forma de contaminación aquí y allá. Viajen, visiten y hagan turismo. Nada mejor que conocer el mundo. Nada más positivo psicológicamente que viajar, que siempre es fuente de conocimiento, alegría y motivación. Pero no dejen su huella ni en forma de candado, ni de grabados, ni de pintadas, ni de túmulos de piedra que luego habrá que retirar con dinero público. Sean originales.