Un alto para respirar
26/12/2010 - 00:00
Siempre que llegan estas fechas toca elegir entre el echar de menos y el echar de más, de menos, en el hueco de los brazos, el cuerpo de aquellos a los que nunca más podremos volver a abrazar, de más... incluso entre las cuatro paredes de tu casa... a algunos de los que vuelven a casa por Navidad - maridos y mujeres normalmente, novios y novias, padres y madres, allegados y, a veces, hasta a tus mismísimos hijos. Gente que nos queremos, ¿eh?, carne de nuestra carne o de nuestro corazón, chocamos como trenes unos con otros, y en vez de el cariño lo que salta con el roce son chispas
La falta de costumbre tiene la culpa, me digo buscando explicación a tal desaguisado sentimental, los miembros y 'miembras' de la sociedad actual estamos perdiendo - sin reparar en ello lo bastante ni con la gravedad que merece - la costumbre primaria de 'convivir' dentro de nuestra propia familia 'extendida', que además de los amigos que elegimos entre quienes nos cruza en el camino la vida comprende, como saben, también a los parientes 'políticos', muchas veces para mal por jugar al consabido topicazo, pero tantas - y aquí evidentemente yo solo puedo remitirme con cierto fundamento a mi propia experiencia - para bien
Si, claro que se que esta semana la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo tiene que volver a intentar llegar a lo más parecido posible a un acuerdo sobre la reforma de las pensiones, que es cosa muy seria, y que en Cataluña el nuevo presidente 'enamorado', Artur Más, seguirá deshojando la margarita y tratará de sorprender sentando un intelectual (como quien sienta un pobre) en su Gobierno en plan moderno y con algún que otro golpe de efecto y de 'tolerancia'. Se bien que este es mi hilo cotidiano, la política, pero es que la Navidad, perdónenme, a mi me vuelve algo tiernita y hoy, permítanme, quiero escribir de lo importante y no de lo impresionante, mirar dentro en vez de fuera: en vez del teatro, la vida... Vivimos todos tan deprisa y tan agobiados por la crisis que apenas nos vemos ya con los amigos, a la familia te la cruzas con suerte a la hora de cenar, o cuando uno entra y el otro sale... si tienes trabajo porque el miedo a perderlo te come más horas de las razonables, incluso de las necesarias para conservarlo; si estás en el paro porque lo que te come es la ansiedad y la tristeza. Una tregua, eso es para mi la Navidad. Pasa en un suspiro, pero es un tiempo de renovación propicio para sacar un poco la nariz del agua, y respirar.