Un año eterno

12/05/2011 - 00:00 Isaías Lafuente

 
Hace justo un año, el presidente Zapatero presentó en el Congreso de los Diputados un durísimo plan de ajuste que pretendía enderezar el rumbo de la economía, que parecía ir a la deriva, y cumplir con los objetivos de reducción de déficit impuestos por la Unión Europea. El balance del tiempo transcurrido deja una estela de claroscuros.
   Es verdad que el gobierno ha conseguido cumplir con el objetivo pautado de recorte del déficit, ha logrado mantener la deuda pública en niveles razonables y ha reconducido los datos de un crecimiento económico que hasta el año pasado se anotaban en rojo y en los doce últimos meses se escriben en verde. Pero es verdad también que algunas de las reformas aún no se han desarrollado y que el crecimiento es aún tan débil que se muestra de momento incapaz de poner coto al gran problema de nuestra economía, el que más duramente está azotando a nuestra sociedad, que es el unos niveles de paro que han alcanzado cotas de vértigo. El pesimista sostendrá que nuestra economía iba tan mal que difícilmente podía ir a peor.
   Pero las cosas no son así. El plan de ajuste español se puso en marcha unos días después de que la Unión Europea aprobase el rescate de Grecia, y las medidas impulsadas por el gobierno español se interpretaron por algunos como el signo inequívoco de una debilidad que nos acabaría arrastrando por la misma senda. La caída sucesiva de Irlanda y Portugal avivó esta negra tesis y el ataque furibundo de los mercados hacia nuestra economía en momentos críticos sirvió para que desde algunos sectores se aireara el sudario con el que poder enterrar políticamente a Zapatero.
   Y sin embargo nuestra economía ha resistido, ha marcado distancias con las de los países que han tenido que solicitar el auxilio de la Unión Europea, ha recuperado la confianza de los mercados y se ha alejado del abismo. ¿Está bien? La respuesta es no. ¿Está mejor que hace un año? Pues, salvo que los apocalípticos hinchasen entonces de manera intencionada las perspectivas más negras, la respuesta ha de ser sí. Pero la salida definitiva del túnel apenas se intuye. Y si eso resulta desolador después de tres años durísimos, más sombrío aún es pensar en cómo lo haremos. Porque la crisis no sólo está haciendo mella en nuestras economías, sino en algunos de los valores y de las conquistas que Europa ha considerado sagrados en su construcción. Aquéllas, antes o después, se recuperarán. Pero aún no sabemos a costa de qué.