Un buen amigo

22/04/2016 - 19:32 Francisco Morales Yubero

Quiero incidir en la necesidad de leer o escuchar esta grandiosa síntesis de la realidad hispánica o global que es el Quijote.

La Pascua Florida estamos conmemorando, en este 23 de abril, el IVº Centenario de la muerte de dos de los principales genios de  las Letras Universales, a saber, de Don Miguel de Cervantes y de Sir William Shakespeare, autores que, por un extraño azar, siempre se alinean de forma isócrona en la órbita de la creación literaria, y lingüística por supuesto. Casi todos estamos de acuerdo en que ambos representan dos focos inextinguibles de la modernidad.
    El escritor inglés hizo dialogar a personajes inmortales y los puso en pie en el Globe Theatre, mientras que nuestro D. Miguel, que llegó también a las tablas de los Corrales de Comedias por ser un extraordinario dramaturgo, destacó, sobre todo, por la creación de  la novela moderna. A este respecto, el filósofo romántico alemán Schelling dijo sobre D. Quijote: “Es el cuadro más universal, más profundo y más pintoresco de la vida misma”. Y, efectivamente, es la obra literaria más permanente de todos los tiempos y de todos los países: clasicismo y vigencia.
      Y ahora que estamos en un año pródigo en efemérides literarias, como la del Primer centenario de la muerte de R. Darío, la del nacimiento de A. Buero Vallejo y de C. J. Cela, o el 150º del nacimiento de Valle – Inclán, me parece muy oportuno recordar a don Camilo: “Unamuno dijo que Dios había dado a los españoles el evangelio de El Quijote, y sería una lástima que lo olvidáramos”. Del mismo modo creo que habría que hacer venir otras palabras creativas de A. Machado, J. O. y Gasset, L.  Felipe,  de D. Alonso, L. Rosales, J. Goytisolo etc, etc. porque poseen perpetuidad marmórea, pero mi humilde glosa no da para más. Todos ellos vienen a coincidir en que Cervantes es un escritor del pueblo, y su obra un canto a la libertad, al tiempo que una denuncia de las injusticias sociales. Además de ser la primera novela moderna, señala A. Burgos, esta novela cervantina, “lleva ataraceadas muchas gemas de la sabiduría popular”, mil refranes.
       Esta excelente novela de Don Miguel supone un elogio transcendente de España al alcanzar con su obra una repercusión universal. Debería aglutinar a todos los españoles para estar orgullosos de su linaje, que es el que corresponde a una vida creativa y generosa, llena de valor y de pasión. Ocurre que se trata de un libro que mantiene al lector, alternativamente, encantado, sorprendido, molesto, crítico y emocionado.
    Ante los diversos estímulos, pueden darse todas las reacciones más básicas y las que son específicamente humanas: la irritación, la risa, la inquietud, la sorpresa, la tristeza, la felicidad y su consiguiente traducción química y fisiológica en el enrojecimiento, el sudor, las lágrimas del lloro o la carcajada más sonora. Esto lo digo desde mi experiencia más íntima y directa, pero hay otras impresiones que vienen a ser concordantes con la mía, tal es el caso de la del actor Pepe Viyuela, cuando dice: “El Quijote oxigena el espíritu y nos devuelve el placer de soñar”. Pero no sólo eso, sino que esta obra es un arma para defenderse de la vida y para luchar contra una realidad que es, a veces, ingrata y cruel. Y por si esto fuera poco, “los buenos libros – como indica Raúl del Pozo -  nos iluminan la noche” del alma.
    La UNESCO fijó para esta fecha, el día mundial del libro y en este año el Rey hará entrega del Premio Cervantes, en la ceremonia que tendrá lugar en el Paraninfo de la Universidad Cisneriana de la ciudad de Alcalá de Henares, al escritor mexicano Fernando del Paso. Con ello, el Instituto que lleva su nombre, bajo la dirección de D. Víctor García de la Concha, hoy por hoy prosigue su tradicional marcha hispanizadora. Para ello podíamos ver el decurso de estos Premios, desde J. Guillén (1976)...hasta hoy. Pues bien; a propósito de esta conjunción que suministra el tiempo, se han programado eventos por parte de las diferentes instancias nacionales [RTVE] y autonómicas (Ruta del Quijote), que compiten en noble emulación  Y todo ello dentro de la más variada índole y actividad: Cine, Cómic, Música y Danza (ballet), Exposiciones,  sea por ejemplo la de la Biblioteca nacional, bajo la dirección D. Darío Villanueva. También en Pintura y Escultura. Y no digamos nada de la importancia de la reposición de Numancia en el Teatro Español de Madrid. En conjunto, diremos que hay una riqueza de tales proporciones que desborda con mucho el nivel o la capacidad intelectual de cualquier mente persona.
    Ahora queda un aspecto en el que quiero volver a incidir, cual es el de la necesidad o conveniencia de leer o escuchar esta grandiosa síntesis de la realidad hispánica o global, si se quiere. Esta obra fue diseñada por un hombre excepcional, al concebir dos personajes que se encuentran dentro de uno mismo, esto es, un personaje dual: D. Quijote, un ser delirante, que vive loco, y que significa el ideal o el deseo, y Sancho, un tipo práctico, que vive cuerdo y aferrado a la materia o a la realidad. Esta concepción es propia de un genio. Y digo que conviene leer algo al menos de nuestro autor, no para saber más, o tal vez sí, sino para enriquecerse con una lectura gratificante y gozosa y disfrutar de la fragancia del libro y de las rosas de abril.
    Los  actos de homenaje son importantes,  qué duda  cabe, y es justo y lógico celebrar las efemérides de los más grandes, aun a sabiendas de que son actos efímeros, si no se aprovecha la ocasión para dar un impulso a la lectura. Lo que ya no sé es qué habría que hacer para poder leer El Quijote sin verse acuciado por el ruido y por la prisa. Lo que sí sé es que, con gran frecuencia, el ser más solitario puede llegar a ser el más solidario. ¡Gran paradoja!. 
Y para terminar, recojo  unas  palabras  del  propio  
    Don Miguel de Cervantes Saavedra en el Cap. 6 de la Iª parte, puestas en boca de uno de sus personajes: “Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes...”. “Sabed que cuando uno es amigo de sí mismo, lo es también de todo el mundo”, apreciaba Juan Luis Vives. Recuerdo imborrable de niño. Vale.