Un lugar que fue muy querido por los niños de Guadalajara: 'El quiosco de Lorenzo Bermejo'

10/03/2019 - 13:39 Eduardo Díaz

Era igualmente una persona muy sensible y por ello ayudaba a los más necesitados 

En el rincón de esta semana vamos a recordar de forma muy cariñosa a un personaje de Guadalajara que era muy querido por los jóvenes debido a la simpatía y paciencia que tenía con ellos en los dos quioscos de golosinas y cromos que tuvo en Guadalajara.


  El bueno de Lorenzo nació en Guadalajara en el emblemático barrio de la Concatedral de Santa María y desde niño sufrió una grave enfermedad en su espalda que limitó sus facultades físicas para el resto de su vida. Por ello comenzó a aprender un oficio en la Escuela Elemental y, debido a su habilidad con el bricolaje, fabricó un puesto de chucherías en la Plazuela de Santa María, el cual se encontraba muy cercano a su domicilio en la calle de Santiago Ramón y Cajal. 


Pronto comenzó a ganarse su jornal diario y de esa manera ayudar económicamente a su madre que había enviudado años antes. Una mañana un vehículo que bajaba por la Cuesta de San Miguel se quedó sin frenos y se estrelló contra el quiosco de Lorenzo, dejándolo totalmente destrozado. Afortunadamente no encontró a Lorenzo en su interior, debido a que lo había abandonado momentos antes y sucedió una vez finalizada la entrada de los niños al colegio Cardenal González de Mendoza. A este colegio se le denominaba popularmente como el del “ Banco”, ya que anteriormente era el lugar que ocupaba el Banco de España, antes de trasladarse a la Plaza del Jardinillo.


El Ayuntamiento de Guadalajara, muy sensible ante este hecho, le asignó a Lorenzo otro puesto en la Plaza de Beladiez, junto a los colegios de los Hermanos Maristas y Sagrado Corazón, conocido popularmente como de “ Las Francesas”. Era un quiosco moderno que hacia la delicia de los estudiantes, tanto a la entrada como a la salida de los centros de enseñanza. Debido a su limitación física, Lorenzo tenía que limitar sus horarios laborables y por ello, con gran visión comercial, sólo abría a la entrada y salida de los colegios. El resto del tiempo lo ocupaba en encargar el género en el comercio de “ La Popular” y dedicarse a su otra gran pasión, cuidar a sus pájaros y fabricar jaulas para sus amigos y familiares. 


Era igualmente una persona muy sensible y por ello ayudaba a los más necesitados a través de la organización “ Acción Católica”, donde llegó a ser directivo. Pero el gran golpe moral le llegó con la muerte de su madre, la cual le atendía y le hacía las labores de su hogar.

 

Otro de los grandes varapalos para Lorenzo llegó en la mañana de un sábado, cuando un vehículo que circulaba por la plaza fue embestido por otro turismo, terminando de forma violenta contra el quiosco metálico de Lorenzo, dejándolo totalmente inservible. Fue el momento en el que Lorenzo decidió que su vida laboral había finalizado, ante la pena de muchos de sus clientes, los cuales afirmaban que ya nunca volverían a saborear los caramelos de Cuba Libre de  Lorenzo.


Con el paso del tiempo y con avanzada edad fue perdiendo movilidad siendo una familiar cercana a él, la que se hizo cargo de sus cuidados de manera permanente. Una fría mañana del mes de noviembre del año 2004 Lorenzo decía adiós a la vida y en su entierro fueron muchos los jóvenes y mayores, que le dieron el último adiós.