Un país sin verdad
17/01/2011 - 00:00
Ni todos los políticos son corruptos ni todos los periodistas están vendidos, pero convendría que quienes no pertenecen a ninguna de estas dos categorías infamantes se significaran. ¿Cómo? Pues distanciándose de quienes sí están contaminados por el trinque o la traición al oficio. En el caso de los periodistas, hablo de traición, porque, a mi entender, traición es olvidar que la esencia del oficio es la independencia de juicio, el criterio propio, el rechazo a toda distorsión deliberada de la realidad y la insobornable voluntad para modificar conclusiones cuando aparecen nuevas pruebas.
Digo esto porque vivimos días de gran confusión en los que uno no puede poner la mano por casi nadie ni en el mundo de la política ni en el de los medios. La polarización política es tal que lo anómico, lo raro, es no estar con una de las banderías que disputan a cara de perro la permanencia en el poder o su conquista. O se es del PSOE o se está con el PP. O para el caso, con CiU o el PNV, cuando del País Vasco o de Cataluña se habla. Tan es así que cuando se trata de casos de corrupción hay medios que pasan de puntillas si los implicados son de su cuerda política, y, por el contrario, dedican páginas enteras o los vídeos principales de las escaletas de los telediarios, destacando las corruptelas de los contrarios. Periódicos hubo en Barcelona que apenas le dedicaron un "breve" al caso de la cuenta opaca que tenía el padre de Artur Mas en un paraíso fiscal -cuenta de la que el actual presidente de la Generalidad habría sido uno de sus beneficiarios en caso de fallecimiento del titular. Y periódicos hay en Madrid que durante meses han estado minimizando la trama del "caso Gürtel", un caso de corrupción por el que se vio forzado a dimitir el senador Luis Bárcenas y otros altos cargos del PP. En sentido contrario, ahora que han trascendido las maniobras "conseguidoras" de Xoán Carnide, gerente del PSOE en Galicia, maniobras que arrojan sombras de sospecha respecto a presuntos favores del ministro de Fomento, José Blanco, en las adjudicaciones de obra pública a una determinada empresa, es noticia que ha pasado prácticamente inadvertida para otros periódicos y emisoras de radio, digamos que "afines" al Gobierno.
En caso de corrupción, la tinta del calamar deja huella y se hace notar, pero a la larga, como lo que no sale en los medios, no existe, acaba por olvidarse. Ahí está el ejemplo de la Comunidad Valenciana dónde parece que debajo de cada piedra hay un escorpión relacionado con el cobro ilícito de comisiones destinadas a los partidos políticos. A unos más que a otros, pero ¡pobre de aquél ciudadano que confié en enterarse de lo que pasa siendo abonado o seguidor de un solo medio!. El resultado de todo esto es atroz, si se me permite decirlo en una sola palabra. Una gangrena que va pudriendo la confianza en el sistema democrático y en los medios de comunicación. La vida pública española cada día se parece más a la italiana, la Italia de Berslusconi, un "país sin verdad", según el decir de uno de sus grandes escritores.
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