Un partido a la izquierda

21/02/2011 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
Si a algo puede en estos momentos encomendarse el PSOE y en lo que no parece quererse caer en cuenta es a que no exista por su izquierda una fuerza política con energía y peso que se estableciera como alternativa poderosa para una buena parte de su electorado. Izquierda Unida existe, desde luego, pero si hoy tuviera unos dirigentes y una trayectoria menos sumisa, seguidista y más contundente de la que ha mantenido en los últimos y nefastos años, si no se hubiera metido en todos los charcos del más exacerbado y reaccionario nacionalismo aunque se camufle como la quintaesencia de lo progre (recuerden ustedes a Madrazo) si fuera, al menos, aquella IU y no digamos aquel viejo PCE, si hoy tuviera un Anguita, el agujero que podía hacerle al partido socialista alcanzaría proporciones verdaderamente notables. Aun así, y con un desconocido Cayo Lara al frente, sumida en perpetuas batallas y con creciente pérdida de señas de identidad de izquierda clásica en aras de juegos antisistema y otras veleidades y rarezas, su ascenso electoral empieza a colocarle en la cuota de los quince escaños. Que podrían ser el doble.
   Cierto que tiene cosas que ofrecer, pero que no aparecen con nitidez ante la opinión pública. Por ejemplo, honradez. Son contados con los dedos de la mano sus implicaciones en casos de corrupción, sus cuadros y cargos públicos no se enriquecen con la política. Es más, ellos ni siquiera cobran los salarios completos sino que suelen tener que ingresar a su organización alrededor del 50 % de sus ingresos en muchos casos. Pero les falta ese cuajo de desmarque, ese miedo a la acusación de hacerle el juego a la derecha si critican al gobierno. La genuflexa complicidad de Llamazares con Rubalcaba en aquel robado en el Congreso es la plasmación en imágenes de lo que se lleva estableciendo en el subsconsciente colectivo desde que la salud y los disgustos retiraron a Julio Anguita. La propaganda contra la "pinza" que acabaron asumiendo les ha llevado a convertirse en las "muletas" del poderoso partido hegemónico hasta perder ya esa misma condición de necesario sostén con su exigua fuerza parlamentaria y decreciente fuerza municipal donde no han hecho sino perder posiciones.
   La última puede ser Córdoba, tras la defección de Rosa Aguilar, ahora pagada como ministra, tras ser catapultada primera a Consejera en la Junta Andaluza. Un partido de izquierda clásica, con señas de identidad precisas, ocupado de los temas que angustian a la población menos favorecida económicamente y a los jóvenes golpeados hasta extremos inauditos por el paro, alejado de esos pactos enajenados con posiciones separatistas en algunos casos, tendría hoy una posibilidad de influir de manera rotunda en el futuro político de ese espectro de izquierda al que Zapatero ha convertido en un ramillete de spot publicitarios que se han ido haciendo humo y que en muchos sectores populares se consideran simplemente una traición a los principios. La debilidad de IU es el clavo ardiendo del PSOE que hará su consabida llamada al voto útil, pero no es el único balón de oxigeno que recibe el partido todavía en el poder. El otro ha sido el error de planteamiento del partido de Rosa Diez quien se equivocó de caladero. Sus votos estaban más en la izquierda que en el PP, pero se dejó abrazar por determinados osos mediáticos y hoy es en sectores de derecha, los menos afectos a Rajoy, donde se la mira con simpatía, pero donde difícilmente va a votársela y menos en un momento donde el cambio y el poder se olfatean en las filas del PP.
   El PSOE puede pues hoy no tener que preocuparse demasiado por ese flanco, aunque desde luego por ahí le vendrá parte del castigo y del desgaste. Vamos, que hasta puede que los ecologistas saquen por una vez en su vida un escaño. . .