Un rescate muy largo
25/01/2011 - 00:00
Ahora son veinte mil millones para las cajas, antes fueron otros cuántos para los bancos. Hace tiempo que lo vengo maquinando: la solución para salir de la crisis es que dejemos de ser personas físicas para convertirnos en cajeros automáticos, de esa manera el Gobierno vendrá a nuestro rescate. Nos perdonarán la falta de liquidez, las inversiones ruinosas, y cuántos proyectos sin cabeza hayamos afrontado sin temor a las consecuencias.
Lo que toca ahora es sanear las cuentas de las cajas pero a uno le da la impresión de que sólo prolongamos los "cuentos", porque no hay voluntad por atajar el problema si no por marear la perdiz todo lo que aguante. Las cajas han sido el retiro dorado del amiguete del político que está, (o estaba al mando), del poder local. Han patrocinado proyectos imposibles, algunos ruinosos; han servido de caja B de los partidos, han tenido equipos de fútbol sala, de balonmano, de baloncesto. Y la obra social como excusa al fondo, (igual se entiende que la obra social es echarle una mano al político amiguete para que pueda ir tirando y, de paso, se acuerde de los que le colocaron ahí).
Ahora nos ha dado la urgencia por apañar el asunto de las cajas lo antes posible. Es para preguntarse cuánto tiempo hemos pasado mirando a otra parte mientras el problema crecía hasta llegar a los límites que tenemos ahora de deuda y de inseguridad. Es para preguntarse cuánto tiempo vamos a estar con este rescate que no se acaba nunca. Ante una situación semejante se impone cambiar la frase de los naufragios por: "¡Los banqueros y los prestamistas primero!", (admitiendo que no hay botes para todos). Tampoco estaría mal preguntarse sí cuándo acaben de sanearlas serán entregadas a personas de confianza que puedan lucrarse, sin pudor, con lo que el dinero de todos ha rescatado.
Además, sería bastante saludable no encubrir los rescates con un manto de seriedad económica cuándo en realidad vienen a tapar unos agujeros negros que podría estudiar Stephen Hawking. Recordemos las palabras de Groucho: "disculpen que les llame caballeros, es que todavía no les conozco". Pero a estos trileros de los balances contables los tenemos muy vistos, sabemos quienes son porque nos han engañado en innumerables ocasiones, y una vez más piden nuestro esfuerzo para sacar adelante unas cajas que luego les servirán para recuperar el pulso en cuánto la economía despegue. Eso sí, anoten el día y la referencia porque cuándo les vaya bien no se van a acordar de usted, o de mí, salvo para regalarnos una batería de cocina a cambio de firmarles un documento en el que les entregamos nuestra nómina, y nuestro alma.