Una comedia de enredo

22/07/2011 - 00:00 Antonio Casado

 
No van orientados quienes vean en la dimisión de Francisco Camps como presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia una bajada del telón a esta comedia de puertas. Es como una obra de Jardiel o de Mihura pero con teléfonos móviles. Alguien contará alguna vez como este miércoles se llegó a la surrealista situación creada por la dirección del PP. Por la mañana le pedía a Camps que aceptase su culpabilidad y por la tarde proclamaba su inocencia a los cuatro vientos. Al menos la posición del primer actor, procesado por un delito de cohecho impropio, la definitiva, la que desembocó en la renuncia anunciada en rueda de Prensa, es más congruente.

   Si está convencido de su inocencia hizo bien en no presentar el escrito de conformidad, como ya se había comprometido con el resto de los procesados y el enviado especial de Génova, Federico Trillo. Al menos la dimisión le deja mayor capacidad de maniobra en la defensa de su honor ante el jurado popular y, por añadidura, le quita un peso de encima a su partido. Sin embargo, el ya ex presidente valenciano no ha conseguido ennoblecer su relato, a pesar de que en su partido le dieron la oportunidad de hacerlo al presentarle como un hombre honrado que, eso sí, no supo gestionar el episodio de los trajes. En Génova se pide respeto para un hombre que está sufriendo mucho sin ser corrupto, sin haber robado y que acaba de ganar de calle unas elecciones democráticamente. Un cable de la dirección nacional del partido de Rajoy que, a mi juicio, Camps no ha sabido aprovechar. Pudo haberse elevado con la excusa del generoso sacrificio del que habló, pero no lo hizo.

   Su discurso se malogró en la rueda de prensa del miércoles al calificar de "insidias", "infamias" o "gran mentira" los hechos obrantes en un auto judicial. No supo o no quiso compatibilizar el respeto a los tribunales de Justicia con la presunción de inocencia que reclama legítimamente. A lo que íbamos. Esta comedia de enredo no ha echado el telón. Basta imaginar la vista pública ante un jurado que nos espera para el otoño. Dos procesados (Camps y Costa) que defienden su inocencia mientras que otros dos (Campos y Betoret), reconocen su culpabilidad sobre idéntica relación de hechos y las mismas pruebas documentales, testificales y periciales. Todo ello en vísperas de unas elecciones generales o en plena campaña.

   Razón de más para que el líder del PP, Mariano Rajoy, deje de vivir con un elefante y hacer como si no lo viera. Me refiero a la necesidad de explicar a la opinión pública lo que ha pasado, más allá de elogiar la decisión de Camps como un ejercicio de respeto a los ciudadanos y las instituciones. Rajoy no puede seguir haciendo cosas tan poco honorables como escapar por las puertas traseras de los hoteles para evitar a los periodistas o prohibir a estos que formulen preguntas en un acto público .
 
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