Una cuestión comunitaria, una responsabilidad individual


Es vital que la población joven no se relaje en el cumplimiento de las medidas de seguridad.

Desde que el pasado mes de marzo se decretara el estado de alarma en nuestro país por la pandemia del COVID-19, hemos avanzado en un duro camino de aprendizaje sobre cómo sobrevivir a este virus mortal que está arrasando en el mundo entero. En marzo nos encerramos y le dimos esquinazo, pero esa situación no podía mantenerse indefinidamente. Pasamos a otra situación, la de aprender a convivir en lo que se denominó nueva normalidad, que la verdad es que poco tiene de normal y que yo prefiero calificar como nueva realidad.  En esa nueva realidad, cada ciudadana y ciudadano nos enfrentamos individualmente al virus. Las administraciones pueden decretar medidas especiales, como ya se ha hecho en la capital y en varios municipios de la provincia, pero la prevención y protección ante el virus es una cuestión individual. 

De nada sirve que se decreten medidas comunitarias si no las incorporamos a nuestra vida personal. ¿Qué sentido tiene que no permitamos que un grupo de personas se aglomeren en un bar si trasladan la cita al interior de una vivienda? Nos enfrentamos a una cuestión comunitaria en la que la responsabilidad debe ser individual. 

El importante incremento en el número de pacientes contagiados en las últimas semanas nos sitúa en un escenario preocupante. Es cierto que estamos realizando en torno a 700 pruebas diarias, lo que permite detectar a una gran mayoría de pacientes asintomáticos gracias a la ingente labor del equipo de rastreadoras, lo que se traduce en un mayor número de casos detectados. Pero siendo muy preocupante el aumento en el porcentaje de positivos, lo es especialmente el incremento en el número de personas ingresadas en el Hospital con positivo en COVID-19.

También se han producido cambios en esta nueva normalidad en el perfil de esos pacientes. Si durante el periodo del estado de alarma la edad media de los pacientes ingresados en la UCI del Hospital de Guadalajara fue de 72 años, ahora esa media ha bajado notablemente.

Es vital que la población joven no se relaje en el cumplimiento de las medidas de seguridad: uso de mascarilla incluso en espacios abiertos y en terrazas, lavado frecuente de manos, distancia interpersonal de seguridad, no deben celebrarse reuniones de más de diez personas, y menos en espacios cerrados. Recordemos que lo mejor que podemos a hacer a nuestros familiares en estos momentos no es compartir momentos con ellos, sino compartir vida y para eso es preferible posponer los encuentros familiares.

No nos hagamos trampas a nosotros mismos. Este virus mata.

Relajarnos y autoconvencernos de que por nuestra edad y otras condiciones no somos personal de riesgo es un error que tiene gravísimas consecuencias. Este virus no es tan selectivo como nos pudo hacer creer inicialmente. Cierto es que las personas de más edad se han visto más afectadas en un principio por esta pandemia, pero también es verdad que esa circunstancia ha provocado que ese grupo de edad haya interiorizado masivamente las medidas preventivas como rutinas en su vida diaria y ahora mismo sea el colectivo que mejor asume la necesidad de no distraernos en las medidas de protección.

Apelo a vuestra responsabilidad individual. A la mínima sospecha de posible contagio quedémonos en casa y por supuesto si tenemos confirmación de que somos positivos mantengamos la cuarentena, no porque nos vayan a sancionar por no hacerlo, sino porque de nuestro comportamiento depende nuestra vida y la de muchas otras personas. El virus no viaja solo, nos utiliza como medio de transporte y si le impedimos que entre en nuestro organismo le dificultaremos su supervivencia al tiempo que garantizamos la nuestra. En eso consiste vencer al COVID-19. Nuestras herramientas son tan simples como llevar una mascarilla permanentemente puesta, mantener la distancia interpersonal y asegurarnos una higiene de manos. 

Cada día que pasa sabemos algo más sobre el virus y esa información nos ayuda a enfrentarnos a él, pero de nada nos sirve ese avance en el conocimiento si cuando se detecta cómo impedir que entre en nuestro organismo no atendemos a las indicaciones. Comportémonos siempre como si todas las personas que nos rodean estuvieran contagiadas (porque tal vez lo estén) y como si nosotros pudiésemos contagiar a todas las personas que están a nuestro alrededor (puede que ese riesgo sea real).

Esta situación es nueva para todas y todos, pero hemos de aprender a convivir con ella. Ese cambio en nuestras rutinas no es agradable para nadie, pero pensemos que nuestra vida depende de gestos sencillos. Cuidémonos individualmente y salvaremos a nuestra sociedad.