Una democracia inclusiva
31/07/2014 - 23:00
Los sistemas democráticos modernos descansan sobre tres ángulos fundamentales como son la libertad, los derechos y la constitución, formando o cerrando el espacio de la convivencia social y política entre los ciudadanos. A continuación hay que crear un mecanismo de mutualidad y reciprocidad en la existencia de estas tres realidades. No hay libertad sin derechos ni constitución, no hay derechos sin constitución o libertad y no hay constitución sin libertad y derechos. Esta es la metafísica de la democracia. No ha resultado difícil interiorizar las categorías de libertad y derechos. Llevamos haciéndolo ya muchos años. El tema de la constitución, sin embargo, lo consideramos todavía como algo exterior, algo pactado, un contrato o un convenio escrito que podemos romper fácilmente o prescindir de él impunemente. No formaría parte esencial de la persona ni de la sociedad. Por el contrario, el hombre está constituido en libertad y en derechos humanos y por ello, esta constitución o situación antropológica nos lleva a una constitución social o convencional.
La Constitución es una parte esencial de la democracia. La cultura de la Ilustración no se conformaba con proclamar la igualdad de todos los hombres, la libertad de cada persona, o la revolución como creación de progreso sino que veía la necesidad de formalizar todo eso en una Constitución. De esa manera podemos hablar de una democracia inclusiva. Para ello, toda constitución tiene que realizar un doble movimiento: por una parte, extender o incluir a todos los ciudadanos en las libertades y derechos fundamentales pero, por otra, excluir los privilegios o derechos adquiridos o herencias recibidas por parte de algunas élites o clases sociales dominantes.
No se puede excluir a nadie, no podemos practicar una democracia del descarte o una constitución del resto. Efectivamente, frente a la movilidad selectiva de los sistemas constitucionales, tenemos que hablar o exigir una universalidad tanto de la libertad como de los derechos humanos, de la economía, de la cultura, a toda la población. Hay muchos descartes y exclusiones en nuestra vida política y en nuestro mundo. No todos tienen acceso a los mismos derechos. En la constitución o construcción de la sociedad del futuro se prescinde de los niños pues hay un descenso de natalidad que pone en peligro la sostenibilidad de la humanidad.
Se prescinde de los ancianos porque ya no sirven ni aportan energía y creatividad al sistema. Se prescinde de los jóvenes desempleados porque no generan riqueza o recursos económicos de autosuficiencia. Se prescinde de los pobres porque se sitúan al margen de la actividad y rentabilidad productiva. El reduccionismo económico tiene que ser sustituido por el reduccionismo humano y ser completado por el reduccionismo constitucional. La constitución tiene que recuperar a todos esos sectores e incluirles en una unidad democrática universal. Los sistemas democráticos están pensados para crear libertad, derechos humanos y constitución social.