Una grata sorpresa en Praga

23/06/2018 - 17:37 Manuel Ángel Puga

En los billetes de 200 coronas aparece el rostro del gran pedagogo checo Juan Amós Komenski, conocido en España con el nombre de  Comenio, verdadero apóstol de la educación popular.

Hace poco tuve ocasión de hacer un viaje a la antigua Checoslovaquia (como es sabido, actualmente está dividida y forman la República Checa y Eslovaquia). Era un viejo deseo que por una u otra razón no había podido cumplir. Ya cumplido, confieso que me dejó buenos recuerdos y que me proporcionó gratas sorpresas. Precisamente, una de esas sorpresas tuvo lugar en la encantadora e inolvidable ciudad de Praga, capital de la República Checa.
    En contra de lo que cabría pensar, esa grata sorpresa no me la proporcionó la visita al Barrio del Castillo, un amplísimo complejo en el que se encuentra la catedral de San Vito, la cual se estuvo construyendo durante cerca de 600 años. En su cripta están las tumbas de los reyes checos y la Cámara donde se custodian las Joyas de la Corona. Aquí, en el Barrio del Castillo, también hay antiguos palacios, edificios eclesiásticos y administrativos, fortificaciones, preciosos jardines, etc. En fin, un lugar digno de ser visitado.
    Tampoco me proporcionó esa grata sorpresa la visita al Puente de Carlos, el más antiguo de los puentes situados sobre el Moldava, el río que baña la ciudad de Praga. Se llama “de Carlos” porque fue mandado construir por el rey Carlos IV. Las obras duraron desde el año 1357 al 1402. Tiene a cada uno de sus extremos dos grandes torres fortificadas. Más tarde se fueron instalando a lo largo del puente hasta 30 esculturas sacras, siendo la más famosa la de san Juan Nepomuceno. Estas esculturas evidencian el espíritu religioso del pueblo checo.  
    La sorpresa tampoco fue debida a la visita que hice (previa la obligada colocación de la Kipá) a varias sinagogas,  entre ellas la llamada “Vieja Nueva”, uno de los monumentos judíos más antiguos de Europa. Esta sinagoga fue construida a finales del siglo XIII, pese a lo cual aún se siguen celebrando en ella oficios religiosos. Y por supuesto, la grata sorpresa tampoco me la proporcionó mi visita a los dos cementerios judíos que hay en Praga. El “Antiguo cementerio”, inaugurado en el siglo XV y que fue utilizado hasta el año 1787, ocupa una enorme extensión, ya que alberga 12.000 tumbas. Por su parte, el “Nuevo cementerio” cuenta en su interior con el impresionante Monumento a los Judíos Checoslovacos y a las Víctimas del Holocausto… Junto al Monumento se revive el horrible sufrimiento padecido por el pueblo judío, víctima propiciatoria del irracional odio nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Una atmósfera de profunda tristeza envuelve este lugar.
    A pesar de que la República Checa pertenece a la UE, su moneda oficial no es el euro, sino la corona checa.
    Es cierto que en muchos establecimientos admiten euros, pero no es recomendable pagar con ellos porque se sale perdiendo dinero. Lo más aconsejable es cambiar euros por coronas, cosa fácil de hacer en cualquiera de las Oficinas de cambio. Pues bien, después de haber hecho el cambio de dinero pude comprobar con grata sorpresa que en los billetes de 200 coronas aparecía el rostro del gran pedagogo checo Juan Amós Komenski, conocido en España con el nombre de Comenio, verdadero apóstol de la educación popular. Y me sorprendió gratamente porque nunca antes había visto tal manera de reconocer la labor de un pedagogo.
    Comenio nació en la región de Moravia (República Checa), en el año 1592. Fue un viajero incansable, ya que recorrió numerosos países de Europa. Llegó a ser obispo protestante, razón por la que fue perseguido, teniendo que exiliarse en Polonia y más tarde en Holanda. Es autor de importantes obras pedagógicas, entre las que destacan: “Janua linguarum reserata” (Puerta abierta de las lenguas), el “Orbis pictus” (El mundo en imágenes) y, sobre todo, su célebre “Didáctica Magna”. Murió en la ciudad de Amsterdam, en el año 1670.
    Siguió la corriente del llamado “realismo pedagógico” y sus dos principales ideas son: 1) Nada hay en la naturaleza que el hombre no deba conocer. Su lema era: “Hay que enseñarlo todo a todos”, pero teniendo en cuenta la capacidad de cada uno. 2) El arte educativo debe imitar a la naturaleza; por tanto, “tiene como cumplimiento y fin último lo sobrenatural: la ciencia y la actividad práctica están ordenadas a la religión”. Para Comenio el fin último de la educación ha de tener carácter sobrenatural, puesto que ese es también el fin último del ser humano.
    En el fondo de su pedagogía hay dos principios fundamentales: respeto a la naturaleza y respeto a la religión. Desgraciadamente, dos principios que hoy están siendo olvidados por quienes se consideran progres. Un error que ya está empezando a pasarnos factura.