Una huelga rara, rara, rara.
Si gobiernas dos legislaturas y no tienes una huelga general, no eres nadie: González, Aznar y ahora Zapatero. Pero nunca hasta ahora las razones para tomar esa decisión habían sido tan obvias. Y pese a todo, pese a que asistimos a uno de los mayores recortes sociales desde la transición, a una crisis que nos va a poner en los cinco millones de parados y a un futuro más bien desalentador, pese a todo, esta es la huelga general peor anunciada por quienes la convocan y mejor recibida por quien en teoría sería el blanco de las iras de las masas trabajadoras: el Gobierno de la nación.
En el fondo esta huelga no la quiere nadie aunque por muy diversos motivos. No la quieren los sindicatos porque no está entre sus planes hacer daño al Ejecutivo. No la quieren la mayoría de los ciudadanos porque están hartos de los sindicatos y si se unen al paro general será por miedo a los piquetes o porque no haya transporte; y el que vaya -que no sea militante- lo hará a pesar de que los convocantes sean UGT y CCOO. Tampoco la quiere el Gobierno porque una huelga general es siempre dolorosa. ¿Por qué se hace entonces? Pues podrían encontrarse muchas razones. La primera es que los sindicatos después de haber pasado por carros y carretas y haberle reído todas las gracias a ZP, se veían cada vez más solos y más criticados, estaban en una situación límite y la reforma laboral -esa cosa que no va a servir para nada- les dio la disculpa para sacar pecho. Pero poco, no vaya a ser que el cabreo del personal sea más del esperado y la huelga resulte un fracaso. Al Gobierno le duele, claro, pero a cambio cree que los sindicatos volverán a recuperar su prestigio y eso siempre es bueno para un presidente de izquierdas que, curiosamente y por primera vez en la historia, ha tardado diez minutos en ponerse de acuerdo con los servicios mínimos en todo el estado menos, naturalmente, en Madrid. Además les ha prometido que al día siguiente se pondrán a negociar lo de las pensiones y ya verán lo bien que se van a entender.
Si uno fuera mal pensado -que no lo es- hasta se atrevería a decir que si a los sindicatos no se les ocurre lo de la huelga general, el Gobierno les hubiera podido dar la idea. A unos y a otros les basta con que sea un éxito relativo para recolocarse cada uno en su sitio: el Ejecutivo cede después un poco y los sindicatos recuperan con esta cesión su muy perdido prestigio. Además ya se sabe que una huelga general se focaliza en Madrid y en Madrid a Mariespe se la tienen jurada unos y otros, sindicatos y Gobierno y es en la capital donde las cosas se van a poner más duras.
¿Y que dice la oposición sobre todo el asunto? Nada. ¿Para qué? Rajoy
sigue en esa tibieza que ni sí ni no ni todo lo contrario. No sé si la huelga
será un rotundo éxito o un sonado fracaso; lo que si tengo claro es que es rara,
rara, rara.