Vacaciones
Las agencias de viajes llevan días ofertando destinos turísticos para el descanso veraniego. Los responsables del tráfico están realizando operaciones especiales con ocasión de las salidas vacacionales. Bastantes ciudadanos, cansados y agobiados por el trabajo y por las responsabilidades diarias, ya tienen proyectado el viaje lejos de su casa y de sus ocupaciones. Otros, por el contrario, optarán por unos días de descanso junto a los suyos en su pueblo natal debido a las repercusiones de la crisis financiera. Muchos no podrán plantearse la posibilidad del deseado descanso debido a la falta de recursos económicos o a otras razones.
Entre todos hemos preparado una sociedad en la que nos oprimen las prisas y nos angustian las ocupaciones de cada día. Como consecuencia de ello, el cuerpo necesita la adecuada distensión y, por lo tanto, le vienen muy bien unos días de descanso para reponer fuerzas y recuperar las energías perdidas. Los evangelios nos dicen que el mismo Jesús, cansado de la actividad apostólica, se retiraba con frecuencia a la montaña a descansar e invitaba también a los discípulos a hacer lo mismo.
Ahora bien, tendríamos que preguntarnos: ¿Los días de vacaciones nos ayudan a recuperar el tono vital y nos proporcionan la felicidad a la que estamos destinados? En ocasiones parece que no es así. Para muchos las vacaciones se convierten en un verdadero culto a los modernos dioses del dinero, del sexo y de la diversión sin límites. La falta de valores y la ausencia de Dios conducen a la búsqueda de satisfacciones momentáneas que no proporcionan la felicidad al ser humano, le impiden pensar en las necesidades de sus semejantes y le convierten en esclavo de sus propias pasiones. De este modo, el culto a los falsos dioses va destruyendo paulatinamente sus vidas y les conduce al vacío y a la carencia de horizontes.
Ante esta realidad, los cristianos tendríamos que tener el valor y la decisión de ser diferentes, también en vacaciones. Además de buscar el verdadero descanso para el cuerpo, deberíamos buscar también espacios para encontrarnos con nosotros mismos, para reflexionar sobre nuestra identidad, para contemplar las maravillas de la naturaleza, para intensificar las relaciones con los miembros de la familia y con los amigos. En la búsqueda de la propia identidad, los cristianos necesitamos alimentar el espíritu intensificando los momentos de oración para crecer en la relación personal con Dios. En este sentido no deberíamos olvidar nunca aquellas palabras de Jesús en las que nos invita a acudir a Él, si estamos cansados y agobiados.
Finalmente, hemos de tener muy presente que el descanso del cuerpo y la recuperación de las fuerzas físicas dependen en buena medida de la recuperación del tono espiritual. Para superar el cansancio y la fatiga necesitamos profundizar en nuestras raíces y tomar conciencia de lo que somos como personas y como creyentes. Si no ahondamos en nuestra identidad, difícilmente podremos vivir de acuerdo con lo que somos para Dios y con lo que debemos ser para nuestros semejantes. Con mi bendición, os deseo a todos feliz y provechoso descanso veraniego.