Verdad y política
10/05/2013 - 00:00
Una de las conclusiones más dramáticas de nuestro tiempo, de nuestra sociedad es ver cómo la moral no pertenece a la política y es ajena al quehacer de los políticos. Las necesidades y los deseos de la población por un lado y las promesas o compromisos de los gobernantes por otro, forman parte de una misma estrategia y son instrumentos del poder, bien sea para llegar a él o para mantenerse en el mismo. La claridad y la transparencia están ausentes de nuestra democracia mientras que el engaño, las falsas expectativas y la frustración constituyen, por otra parte, la naturaleza de los sentimientos del pueblo. A esto hay que añadir la falta de sensibilidad, de sinceridad, de coherencia, en el discurso y en la vida de nuestros dirigentes sociales. Todos hablan de los pobres, pero ellos son ricos.
Todos se compadecen de los desempleados, pero ellos blindan su empleo, gozan de seguridad en él, se protegen de eventualidades, tienen garantizado su futuro. Todos lamentan las necesidades de la población pero ellos tienen bien cubiertas las suyas. Todos piden sencillez y austeridad a los ciudadanos pero ellos viven en la abundancia, en la opulencia y el despilfarro. Disponen de innumerables lacayos a su servicio. ¿Dónde está la participación y la comunicación de situaciones, de privaciones, de renuncias, de aspiraciones? Esto vale para cualquier dirigente y poderoso de este mundo, sea en la sociedad, en las organizaciones empresariales, sindicales, religiosas, educativas, asistenciales. Se emplean enormes recursos en construir pirámides de jerarquía, obediencia y subordinación, puestos y cargos llamados responsabilidades pero que son una cadena de servidumbres. ?
Esta es la fractura social que hay que temer, no la de las ideas sino la que se expresa en la forma de vida de unos (los poderosos y ricos) y los otros (los súbditos y necesitados). Todos comprenden las dificultades de los demás pero ellos no participan de las mismas. Y esos ejércitos de intelectuales que se autodenominan amigos de la clase obrera, solidarios con los pobres, de izquierdas, que inundan las tribunas, las páginas, las aulas, los medios de comunicación, bien pagados. ¿Quién les paga para que piensen y opinen así a favor de los intereses de sus amos? Creadores de opinión pero ¿de qué opinión? ¿Para quién piensan y hablan estos que piensan que hablan por sí mismos para los pobres pero que no les representan pues llevan una vida de ricos? Viven lo que denuncian, pues denuncian las injusticias que se cometen en la sociedad y ellos mismos son injustos viviendo contradictoriamente porque una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen que es la contraria.
Trabajadores del pensamiento y de la palabra por cuenta ajena que les ajena de la cuenta de la verdad y les acerca a los intereses de otros más fuertes y poderosos. ?A la falta de sinceridad hay que sumar la falta de testimonio y solidaridad. Nadie quiere que la flecha que atraviesa a los demás les alcance a ellos y se ponen a salvo y a resguardo de su dirección y destino. Cuando la vida no puede estar en coherencia con las ideas, entonces se cambian las ideas pero no se cambia de vida. Hay dos formas de entender la implicación social que es la política. Unos, la vieja y la nueva izquierda, primero militan y luego se enriquecen pues dicen que eran pobres. La derecha capitalista, primero se enriquece y luego milita para conservar su riqueza. Todo es apariencia y simulación, no hay verdad en la política. Si no hay verdad, tampoco hay credibilidad. Esa es la tragedia más grande de nuestra democracia incoherente. .