Via crucis laico

05/04/2012 - 00:00 Isaías Lafuente


  Veo a María Dolores de Cospedal con la cruz a cuestas en Ciudad Real y me llega la inspiración en este día aciago. Pienso en su líder... Fue recibido con palmas hace poco más de cuatro meses. Entre la muchedumbre, un ejército de fieles reforzado por despistados de reemplazo que, sin estar convencidos de su carisma, le preferían antes que al heredero de su antecesor, convertido por muchos para la historia en una especie de Herodes gandul y comeniños. Se consideraba portador de una gran revelación: la cosa va mal no porque no se fíen de España sino porque no confían en su gobierno.


  Él era el milagro y llegaba para redimirnos de pecados pasados; la revelación más efímera de la historia. Como no es tonto, supo enseguida que aquella entrada triunfal en la Tierra Prometida del poder tras vivir su particular éxodo era el prólogo de tiempos peores. Sabía que la inmolación era condición necesaria para la resurrección. Y no tardó en sufrir los efectos de su particular vía crucis. Como en la versión Superstar, cada miembro del reparto fue asumiendo su papel nada más bajar del autobús. Los apóstoles comenzaron a desplegarse para divulgar la cruda verdad de su líder y hacer apología del sacrificio.


  Europa optó por el papel de Pilatos y sus correligionarios Merkel y Sarkozy se lavaron las manos como el romano al grito de "sálvate a ti mismo". El mercado asumió el desagradable y vistoso rol de Judas: le llevó al huerto de los recortes, la austeridad y el esfuerzo fiscal para, asumidas las exigencias, venderle de noche por unas cuantas monedas. Y Mario Monti, señalado también por la turba, se trabaja día a día el papel de Barrabás en el reparto, sabedor de que su indulto depende del fatal destino del otro.


  Quizás con el paso del tiempo nuestro particular nazareno comience a ver antiguos aduladores que le nieguen, aunque, de momento, se basta por si mismo. Cómo Pedro, antes de darle tiempo al gallo para que cante, él se ha negado tres veces. Dijo que no abarataría el despido, que no subiría los impuestos, que no amnistiaría a los defraudadores. Le ha faltado tiempo para retractarse y en el perdón se le ha ido la mano. Por mucho que busque, no encuentra un cirineo que le ayude a llevar la cruz camino del calvario. Banqueros y empresarios aún no se han visto seducidos por su buena nueva y silban, como Anás y Caifás, mientras miran para otro lado. La historia bíblica ya se sabe como acaba. La que aquí se cuenta aún está por definir. Quizás nos salve que las tres cruces disponibles están ya ocupadas por Grecia, Irlanda y Portugal y el altar del sacrificio no da más de sí. O quizás la Unión y los mercados se lo piensen mejor antes de forzar una crucifixión que haría temblar los cimientos del Templo europeo. Se verá. Lo que parece claro es que la cosa no se resolverá en tres días.