Vida truncada

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
Tribuna
Javier Urra, DOCTOR EN PSICOLOGÍA
“Recogimiento, cinco minutos de silencio, para pensar. No hubo histerias, ni llantos descontrolados. Sí pena, mucha pena, de jóvenes que sienten, que matizan sus emociones.”
En el Balcón de Rosales, la discoteca donde tres brutos golpearon hasta matar a un joven de 18 años, Álvaro Ussía. Me entremezclé con sus compañeros que eran los actores principales. Fueron llegando chicas y chicos serios con sus velas, repartían claveles, alguno portaba una foto sonriente de ese chico guapo que era Álvaro. En silencio se expresó el dolor. No hubo gritos de indignación, ni solicitud de venganza confundida con justicia. Rezamos el Rosario, el ambiente era manifiestamente religioso. Recogimiento, cinco minutos de silencio, para pensar. No hubo histerias, ni llantos descontrolados. Si pena, mucha pena, de jóvenes que sienten, que matizan sus emociones. De chicas y chicos magníficos, estudiosos, deportistas que gustan del encuentro con iguales, de divertirse sanamente.
Algún padre nos acompañaba, pero la concentración era de los jóvenes. Uno de ellos leyó una carta a Álvaro, entrecortada, como su vida.
?Igual que llegamos nos fuimos, pacíficamente. No hay más. Sólo vacío. “El Balcón de Rosales”, allí tres gorilas, con mucho músculo y poco cerebro dieron una paliza brutal a Álvaro, una paliza mortal, lo atestigua el forense por las magulladuras, patadas, golpes, lo certifican quienes vieron tan despreciable como cobarde conducta. Lo tiraron contra una valla, lo patearon en la cabeza, hasta que uno de ellos saltó encima de él que se encontraba tumbado, yacente, indefenso y con la rodilla le partió el corazón. Hay que ser bestias (en el sentido peyorativo de la palabra).Al oír a una de las madres de estos presuntos –siempre presuntos- homicidas, captamos el odio a las clases sociales distintas, mencionó que la víctima “era un pijo”, ese señalamiento distintivo y despreciativo, nos señala lo que podían sentir esos gigantones denominados “puertas”. Algo así como “yo estoy aquí, pasando frío, por poco dinero, mientras los pijos de mierda, hijos de papá aparcan sus coches, entran dentro, bailan, se ríen, ligan y disfrutan. Pero yo mando en la puerta, decido quien entra y quien no, esa es mi potestad, mi autoridad, mi razón de ser. Soy un puerta, fuerte –pues- sólo músculo mi anatomía, olvídense de mi intelecto, de mi espíritu”.
Todos sabemos de las actitudes chulescas de “los puertas”, de su arbitrariedad, de sus limitaciones, no son legalmente autoridad, pero se sienten como tal, no pueden detener, pero sí cerrar el paso.

Los jóvenes de toda España saben de los conflictos con ellos, de su tono altisonante, bravucón, altanero, estúpido. Destilan machismo. No duden que en este acto luctuoso existe este ancestral y vestigial componente. Súmele el encontrarse juntos “Tres puertas”, constituidos en armarios, el envantelonamiento de uno en otro, el “y yo más”, “Si tú le das una patada, yo dos”. Valientes, valientes cobardes. Descerebrados. ¿Nos hemos parado a pensar que es una vida? ¿Qué significa truncar una vida de un joven?Matar a golpes, resulta devastador, inaceptable, nos abofetea a todos. Los jóvenes callaron en la concentración. Bien ésta. Una nueva lección de autocontrol, de educación, de saber estar, de mostrar lo mejor del ser humano, de contraponer el perdón, la compasión a la barbarie instintiva.

Se hará justicia, claro que sí, la demandamos, la exigimos, pero la sonrisa de Álvaro ya sólo estará en el recuerdo de sus seres queridos.
Nos queda pena, mucha pena. Y desde luego a mi indignación. Ha tenido que morir Álvaro para que inmediatamente se dicten desde los altos responsables políticos medidas. ¿No eran necesarias el día de antes? Los accidentes no son siempre evitables, las negligencias sí. Y hay responsabilidades políticas, no se dude. Quien ostenta poder, quien puede ejercerlo debe pasar por pruebas psicológicas estrictas para demostrar su equilibrio. Y deberá hacerlo periódicamente, pero además hay que enseñarle a resolver conflictos, no a echar gasolina al fuego.
Obviamente los lugares que acogen a muchas personas tienen el riesgo del contacto, de la discusión, si el alcohol, otras sustancias y la noche se entremezclan el riesgo se incrementa. Precisamos por tanto a gente que sepa manejarse con habilidades pertinentes en esas situaciones difíciles, no unos matones que aprovechan para descargar su impotencia, su incapacidad, su malestar personal a base de puñetazos. Hemos perdido y para siempre a Álvaro a un magnífico joven que quiso disfrutar de la vida y que por lo que me mostraron sus compañeros supo compartirla. Gracias.