Vida y tragedia

12/05/2011 - 00:00 Fermín Bocos

 
La Naturaleza es cruel. Da y quita la vida con frialdad. Con el paso de lo siglos hemos aprendido a dominar buena parte de sus registros, pero hay otros en los que sus zarpazos son imprevisibles y letales. El terremoto de Lorca es un ejemplo de esa fuerza ciega que golpea sin aviso. Ocho muertos y podían haber sido más. Frente a una tragedia como la que se ha cebado sobre la ciudad murciana lo único que cabe esperar es que las compañías de seguros cumplan sin tardanza con sus obligaciones y aporten los recursos establecidos para hacer frente a las destrucciones causadas por el seísmo. Frente a la desgracia ocurrida, el Gobierno y las restantes administraciones deberían, también, estar al quite para facilitar las ayudas previstas para casos de emergencia. Han hecho bien los partidos políticos en aplazar la pugna electoral y bien está que el ministro del Interior (Pérez Rubalcaba) se haya desplazado a Lorca para coordinar las tareas de ayuda a los damnificados. Parece también justificada, siquiera sea en el plano de lo simbólico y lo solidario, la presencia de Mariano Rajoy, líder de la oposición.
   Menos razones se ofrecen (salvo las de naturaleza propagandística) para la presencia en Lorca de la ministra de Defensa, Carme Chacón, por más que se sepa de la presencia en la ciudad de una compañía de soldados de la UME, la unidad militar especializada en hacer frente a situaciones de emergencia. Dadas las tareas a las que están haciendo frente los uniformados (mayormente trabajos de desescombro), no parece que fuera menester la compañía de la ministra, que parece estar en campaña pensado ya, quizás, el disputar a Rubalcaba la primacía de la familia socialista. En fin, volviendo a lo esencial: que la ayuda a los familiares de las víctimas del terremoto y a los afectados en sus viviendas por la sacudida no se quede en promesas. Que pasado mañana, cuando ya se apaguen los focos de la televisión porque se hayan ido los políticos y con ellos los periodistas no nos olvidemos de los paisanos que a los que una tarde de mayo, inopinadamente, la Naturaleza decidió castigar con esta tragedia.