Volver a nuestro hogar en el edificio de la estación de Sigüenza


Lo hemos intentado todo, hemos hablado con compañeros de profesión de mi padre por intentar llegar a las más altas instancias pero, a fecha de hoy, no hemos conseguido nada y por eso recurro al periódico de la provincia por si alguien puede ayudarnos.

Una mañana cualquiera, sonaba la radio, puntual, como el tren, a las 7.00 horas. Así empezaba su jornada laboral, su pasión. Mi padre se aseaba y recuerdo, como si fuera hoy, esos golpes de la cuchilla en el lavaba cuando se afeitaba y, al otro lado, en la cocina, la cafetera puesta. Todo en orden. Se ponía su uniforme, se hacía el nudo en la corbata como le enseñaron en el Colegio de Huérfanos de Madrid y, antes de su hora, con paso firme  por el pasillo bajaba de casa dejando tras de sí el olor a perfume hasta la estación. Juan Caballero Pérez, jefe de la estación de Sigüenza, empezaba así su día.  

Poca gente sabe que mi padre fue a Sigüenza para dar vacaciones a un compañero dos semanas y quién le iba a decir que 60 años después seguiría allí. En la Ciudad del Doncel conoció a la que sería su mujer, y allí formaron una gran familia con cinco hijos: Sonia, Juan, Paloma, Nacho y yo, la pequeña, Noelia y allí seguimos porque Sigüenza es nuestro hogar.  

Mi padre en su trabajo era muy estricto, sus jornadas eran a disposición de Renfe, de 12-10 y 8 horas. Muchas veces se tenía que marchar a otras estaciones, a cubrir puestos, y salía de casa con la tartera y la televisión portátil roja. Tiene mil anécdotas: accidentes, los procedimientos del ‘paquete express’, recuerda los libros diarios escritos en los que figuraban los trenes recibidos, el sonido de la estación, incluso la tensión de los chavales de la Safa y las chicas de las Ursulinas que se marchamaban los viernes y regresaban los domingos … Mi padre recuerda perfectamente el tren ‘Platanito’, o la primera vez que llevaron para probar un tren de Cercanías de dos plantas, hasta los trenes de alta velocidad que se probaron en las curvas de Baides. Así era su vida, entregada al Renfe de antaño, ahora Adif.  

Con los avances tecnológicos y los medios que tenemos hoy recuerdo algunas situaciones curiosas que viví. Por ejemplo, las que se daban a la hora de comer. Mi padre subía a casa con un walkie-talkie y comía en 10 minutos. A mi memoria llega esa ansiedad que tenía por que no le llamaran, por bajar corriendo las escaleras,  tener que dar paso a los trenes de mercancías o despachar billetes. Aquellas llamadas de Baides, Torralba o el Puesto de Mando de Madrid … Tengo grabado en mi memoria ese pitido del teléfono. ¡Aquel cuadro de mando!. O aquella frase con la q mi padre anunciaba con su vozarrón la llegada del tren: “Atención señores viajeros, próximo a efectuar su entrada por vía primera andén principal, tren procedente Madrid-Chamartín con destino Zaragoza. Este tren efectúa parada en las siguientes estaciones, Torralba, Medinaceli…..”. Me emociona sólo recordarlo y con mucho orgullo. A cuántas personas les vendería billetes, a cuántas personas sin recursos ayudó a marchar a Sigüenza, a cuántos le paró el tren si tener parada obligatoria para que pudieran llegar a Madrid … Cuántas historias hay detrás de tantos trabajos. Unas amables, con recompensa por haberles ayudado y otras tan amargas como las de aquellos que decidieron acabar con su vida en el puente de la plaza de toros. Son recuerdos de una vida, de la vida de mi padre, de nuestra familia.  

Con el tiempo, tuvo la posibilidad de pre-jubilarse, y fue entonces cuando dejamos nuestra casa de la estación, ya que estaba vinculada a la actividad de mi padre. Pero era nuestro hogar y no tuve por más que comunicarme con Adif , con el departamento de Patrimonio, y pedir que mis padres pudieran volver a su casa. Era su vida. Lo conseguí allá por 2013 pero cinco años después nos desalojaron. Una grieta justo debajo de nuestra vivienda, en la estructura del edificio, nos impedía vivir allí. Y con Patrimonio hemos topado. Y no entiendo cómo en cuatro años no se repara una grieta de un emblema de nuestra ciudad, de Sigüenza, como es su estación de tren. ¿Van a dejar caer el edificio?, ¿Ya no parará más el tren en Sigüenza? Alguien tiene que hacer algo, y pronto. Si queremos una ciudad patrimonio para el mundo, no pueden dejar caer el patrimonio de los seguntinos. Nuestra alcaldesa, María Jesús, está informada de la situación y sabemos que a ella tampoco le dan soluciones. Es una pena.  

Reconozco que la pandemia ha podido paralizar todo pero es que ya van camino de cuatro años los que mis padres llevan fuera de su casa y, durante este tiempo he hablado con multitud de personas, de unos y otros departamentos, y he rogado que por favor reparen, una grieta pero ‘su’ proyecto de reparación de la estación está terminado pero no es así.  

Necesitaba contar mi historia porque sólo me queda encadenarme a la vía del tren. Necesito que mi padre, que lo ha dado por Renfe o por Adif, como lo queramos llamar, vuelva a su casa porque toda una vida dedicada a esta empresa tiene que tener su recompensa, al menos, reparando esa grieta.  

Lo hemos intentado todo, hemos hablado con compañeros de profesión de mi padre por intentar llegar a las más altas instancias pero, a fecha de hoy, no hemos conseguido nada y por eso recurro al periódico de la provincia por si alguien puede ayudarnos. A David Barahona quiero agradecerle su ayuda, aunque la información era muy ilimitada. Él, al igual que otros muchos otros como Miguel Archilla, Ramon Hurtado, Jesús Zamora, José Luis Pérez Peña… son algunos de una lista de las profesionales que vivieron experiencias inolvidables en aquella estación. Intuyo que ellos sentirán mucha impotencia de saber que no se está haciendo nada, por buscar una solución, a su estación, que para nosotros ha sido y es nuestro hogar.  

Pedimos responsabilidad patrimonial de reparar cuanto antes el edificio de la Estación y cuidar la ciudad para los seguntinos.  

Ojalá, pronto, volvamos a dormir en casa. Creo que lo merece.