Volver a una dimensión humana

13/12/2010 - 00:00 Andrés Aberasturi

 
No me voy a sumar al coro de los que ya condenan a los inocentes aun pero presuntos culpables de la llamada "operación galgo". Y si un día se demuestra que efectivamente jugado, corrido, saltado o pedaleados con ventaja, que les castiguen. Lo que yo me llevo planteando hace muchos años es, por una parte, la tremenda hipocresía de los supuestos amateurs del olimpismo y por otra la exigencia de los medios para servir a una sociedad hambrienta de despropósitos locuras espectáculos que cada vez van mas lejos. Ocurre en todo y también en el deporte. Leemos que la Vuelta a España o el Tour de Francia se han "endurecido" y cada vez deberían estar al alcance de menos seres humanos. Subir -y bajar- esos puertos, recorrer esas distancias es inhumano en un sentido casi estricto. Siempre ha habido que tener unas características fisiológicas especiales para dedicarse al ciclismo, pero ya parece que ni eso es suficiente porque la gente quiere más y para tener audiencia y por tanto publicidad y por tanto dinero, hay que plantear recorridos casi imposibles. ¿Y qué decir de la gimnasia femenina? ¿Qué opinar sobre tipos que corren 100 metros en menos de diez segundos? ¿Quién no recuerda algunas llegadas sencillamente dramáticas de corredores y corredoras de maratón? ¿Es normal? ¿Puede llegar el ser humano por sus propios medios, sin ayuda de nada, sólo perfeccionando su técnica a rebajar cada año los récords del año anterior? Y aun admitiendo que así sea y que nada "extra" entre en esos rendimientos, ¿es sano someter a un cuerpo joven -en algunos casos adolescente- a ese esfuerzo para el que no está "fabricado"? Creo que hemos llegado demasiado lejos porque cada vez hay más dinero, más intereses, más espectáculo. Entiendo que mucho no estarán de acuerdo, que me dirán que estoy hablando de deportistas de elite con unas condiciones físicas fuera de lo normal. Es posible, pero asistimos con una frecuencia que empieza a ser preocupante a muertes súbitas, suicidios y depresiones. La pregunta es cuánto costaría volver a la normalidad, a la competición con dimensión humana. Y la respuesta es: mucho, demasiado, tanto que nadie se lo va ni siquiera a plantear