Vox, vocis, voz

22/12/2018 - 15:48 Luis Monje Ciruelo

¿Qué se anulen antidemoráticamente unas elecciones a las que nadie acusa de ilegítimas o falseadas?

  No voy aquí, pese al título, a defender ni  apoyar a Vox, el nuevo partido que ha sorprendido a todos, comenzando por el CIS, en las elecciones de Andalucía, incluyendo los llamados “pueblos rojos” porque los ha gobernado Izquierda Unida desde que el PSOE se hizo con el control de la Junta hace 36 años. Que una Institución gubernamental, costeada con fondos estatales y abundancia de medios haya manipulado los sondeos hasta facilitar y mantener, pese a las críticas, datos falsos, totalmente erróneos, es un motivo más para cesar a su presidente, ya que él no ha dimitido. La verdad es que resulta irritante que en una democracia que pretende serlo de manera auténtica se manipule la información de esa manera, como es un sinsentido que las masas sean lanzadas a la calle, a promover disturbios y enfrentamientos con la policía no  porque los resultados de las elecciones sean falsos, sino porque no han sido los que el pueblo deseaba, cuando ha sido él mismo quien votó a VOX. ¿Qué quieren? ¿Qué se anulen antidemoráticamente unas elecciones a las que nadie acusa de ilegítimas o falseadas? Sería tan absurdo como echarse a la calle a romper contenedores y escaparates y  enfrentarse a la policía por las lluvias excesivas que provocan inundaciones. Yo creía que en un país democrático lo eran también sus ciudadanos. Pero está visto que no. Y es triste pensar que esas manifestaciones antisociales y esos enfrentamientos, se producen en una democracia. A la vista de ello, ¿volvería Wilson, presidente de los Estados Unidos hace siglo y medio, a pedir  que “se salvara el mundo para la democracia” contra la opinión de Emerson, quien afirmó  que la democracia se basa en la convicción de que existen posibilidades extraordinarias en el pueblo medio”. ¿Lo mantendría ahora Emerson viendo que en alguna autonomía, que se dice democrática, las revueltas callejeras son alentadas por sus propios dirigentes, a los que bien podría acusárseles , no de rebelión ni de sedición, sino de indecencia y alta traición al Estado que los nombró  y en ellos depositó su confianza?. ¿No hubiese necesitado el tal Torras, presidente de la Generalidad, un examen psiquiátrico, antes de tomar posesión de su cargo?  Su antecesor, Puigdemont, huyó vergonzosamente a Bélgica para escapar de la Justicia y difamar a su Patria, a la que quizá haga menos daño allí que desde la Generalidad.