Y en éstas apareció Felipe

28/01/2012 - 00:00 Charo Zarzalejos


  "La persona elegida será el mensaje", afirma un destacado socialista que, como otros muchos, apoya a Carmen Chacón. Esta idea se ajusta muy bien a lo que en realidad ocurre en el PSOE. No se debaten ideas, sino personas y es obvio que Chacón y Rubalcaba no transmiten lo mismo o, lo que es más importante, no son percibidos como iguales ni entre los socialistas ni entre los que tienen sus asientos fuera de las lindes del PSOE. Esta idea se ve reforzada, muy reforzada con la llegada activa de Felipe González que afirma querer mucho a su niña Carmen Chacón, pero, en política, una cosa es el querer y otra la estrategia o los objetivos. González apoya a Rubalcaba.

  El pasado no vuelve, pero une y con esta aparición de Felipe, efectivamente, se consolida la idea de que la persona elegida será, por si misma, el mensaje final del Congreso. Con Felipe en activo el dilema a resolver por los delegados será elegir entre ese PSOE que fuera capaz de gobernar España durante más de veinte años. Es el PSOE de los "tres tenores" -Bono, Chaves y Rodriguez Ibarra- que hablaban de España en la localidad vizcaína de Baracaldo. Es el PSOE arrollado por la corrupción, el de la página negra de los GAL, el que modernizó España y consolidó buena parte de los derechos que hoy son irrenunciables. Luces y sombras. Felipe y Rubalcaba juntos representan al PSOE de toda la vida en el que no hubo veleidades adolescentes. Que fue capaz de renunciar al marxismo para abrazar la socialdemocracia y que ahora trata de conjurar aventuras que creen innecesarias, que es lo que las gentes de Rubalcaba se temen si ganara Carmen Chacón.

  Es una incógnita el impacto que pueda tener entre los delegados el apoyo expreso de Felipe González a Alfredo Pérez Rubalcaba, pero lo que no es aventurado es afirmar que María Teresa Fernández de la Vega, la infatigable vicepresidenta de Rodríguez Zapatero, no es reconocida por la mayoría como una "persona muy del partido". Como todos los líderes que merecen el nombre de tales, Felipe González levanta iras y pasiones. Han pasado muchos años de la etapa luminosa del PSOE y España y los españoles de hoy no son los de hace veinte años, por eso, en cierto modo, Felipe también se la juega.

  Si su compromiso de apoyo explícito a Rubalcaba no funciona en forma de triunfo significará que se opta por el borrón y cuenta nueva, que se confía más en los hijos que en los padres y que de ese PSOE de toda la vida que Zapatero laminó con el silencio aquiesciente de todos, solo quedarán los restos de un naufragio y Felipe -y quien sabe si el propio Rubalcaba- entrará definitivamente en la historia. Los delegados y solo ellos tienen la ultima palabra.