Zapatero no tiene respuestas
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
TRIBUNA
CARLOS CARNICERO,
PERIODISTA
Rajoy salió en tromba a aprovechar la debilidad de su adversario.
El debate de ayer (por hoy) fue precedido por un informe de la Comisión Europea que sitúa a España en recesión en este mismo año. No era el mejor contexto para animar la intervención del presidente de Gobierno. Con la cascada de informaciones negativas sobre el estado de la economía española y las negociaciones con los sindicatos ensombrecidas por las intervenciones poco afortunadas del Ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, los esfuerzos de José Luis Rodríguez Zapatero por tranquilizar los ánimos de la cámara y la opinión pública no lograron su objetivo.
Mariano Rajoy salió en tromba a aprovechar la debilidad de su adversario. Y habrá que admitir que su discurso fue demoledor porque el presidente ya no tiene conejos en la chistera para hacer frente a una situación que resulta agobiante para los españoles. Pesa mucho la actitud adoptada por el Gobierno durante la campaña electoral y la estéril discusión prolongada sobre la naturaleza de una crisis que conceptualmente se ha negado durante demasiado tiempo mientras invadía las casas de los ciudadanos. Ahora, el margen del Gobierno es extremadamente corto.
Sin capacidad de influencia en la política monetaria del Banco Central Europeo, agobiado por el problema endémico de la burbuja inmobiliaria, lo único que pudo hacer el presidente es anunciar lo que ya había hecho en su comparecencia anterior, sumando unas modestas contribuciones para que los ayuntamientos puedan contratar cien mil parados en un universo de dos millones y medio que sigue creciendo. Fomentar el alquiler mediante presión/ayuda a las inmobiliarias suena a viejo mientras no se modifique la ley de arrendamientos urbanos. No hay más cera que la que exhibió ayer el presidente que no encontró más que un apoyo subliminal, después de darle estopa, en el grupo parlamentario del PNV.
El otoño empieza complicado para el Gobierno y las sendas lanzadas sobre el aborto y el suicidio asistido más la colaboración del juez Garzón para realizar lo que no ha sido capaz de hacer la Ley de Memoria Histórica, no parece suficiente como para desviar la atención sobre la dramática situación económica.
Mariano Rajoy salió en tromba a aprovechar la debilidad de su adversario. Y habrá que admitir que su discurso fue demoledor porque el presidente ya no tiene conejos en la chistera para hacer frente a una situación que resulta agobiante para los españoles. Pesa mucho la actitud adoptada por el Gobierno durante la campaña electoral y la estéril discusión prolongada sobre la naturaleza de una crisis que conceptualmente se ha negado durante demasiado tiempo mientras invadía las casas de los ciudadanos. Ahora, el margen del Gobierno es extremadamente corto.
Sin capacidad de influencia en la política monetaria del Banco Central Europeo, agobiado por el problema endémico de la burbuja inmobiliaria, lo único que pudo hacer el presidente es anunciar lo que ya había hecho en su comparecencia anterior, sumando unas modestas contribuciones para que los ayuntamientos puedan contratar cien mil parados en un universo de dos millones y medio que sigue creciendo. Fomentar el alquiler mediante presión/ayuda a las inmobiliarias suena a viejo mientras no se modifique la ley de arrendamientos urbanos. No hay más cera que la que exhibió ayer el presidente que no encontró más que un apoyo subliminal, después de darle estopa, en el grupo parlamentario del PNV.
El otoño empieza complicado para el Gobierno y las sendas lanzadas sobre el aborto y el suicidio asistido más la colaboración del juez Garzón para realizar lo que no ha sido capaz de hacer la Ley de Memoria Histórica, no parece suficiente como para desviar la atención sobre la dramática situación económica.