Zapatero se tiene que ir, pero no es el culpable de todo
15/06/2011 - 00:00
Asisto este miércoles a una nueva sesión de control parlamentario al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. Alta tensión en el ambiente, pero todo transcurre más o menos como en ediciones precedentes: educado y frío intercambio de cifras económicas entre Zapatero y Rajoy, y mucha 'leña' desde los escaños 'populares' contra el vicepresidente Pérez Rubalcaba, que es quien, al fin y al cabo, va a tener que enfrentarse contra Mariano Rajoy en la próxima campaña electoral.
Me parece que incluso desde la oposición se ha amortizado ya a Zapatero, como respetando su largo adiós. Es como si desde el 'estado mayor' del PP se hubiera decretado que ZP ya no interesa.
Y, así, desde el PP se carga sobre las no tan anchas espaldas de Rubalcaba casi todo: desde los intolerables disturbios provocados por los 'indignados' en Madrid y Barcelona hasta la no-renovación del Tribunal Constitucional, que es esa vergüenza de nuestros días. Es el riesgo que el vicepresidente primero, portavoz gubernamental, ministro del Interior, candidato y, a veces, azote de la oposición, tiene que asumir ante su excesiva presencia en tantos frentes.
A mí, lo cierto es que las fuentes que consulto me dicen que es Zapatero quien sigue mandando. Que es él quien planifica los tiempos -incluso desde sus almuerzos privados, de los que salen indiscreciones, nos dicen que no piensa adelantar las elecciones_ y las estrategias: es él quien rechazó el 'plan Rubalcaba' para forzar una sesión de investidura, dimitiendo y dejando la Presidencia en manos de su ahora 'segundo'.
Es él, parece, quien más se resiste a disolver el Parlamento antes de tiempo. Es él quien pone los 'acentos europeos' -o sea, el giro al posibilismo, o, si usted lo prefiere, a la derecha_ en los textos legales de la reforma laboral que elabora el ministro de Trabajo.
Yo creo que Zapatero, cuyo 'timing' político casi nunca me parece acertado, no se equivocó, sin embargo, al anunciar que no se presentaría a la reelección. Donde le falló el cálculo fue a la hora de minimizar los riesgos que para su persona ello entraña: ahora tiene que afrontar el trabajo duro y sucio, enfrentarse irremisiblemente a los sindicatos sin, por ello, resultar grato a la patronal, acudir a Bruselas a limosnear, como tendrá que hacer la semana próxima, el visto bueno de Angela Merkel a las reformas 'made in Spain'. Y resultar, con la inevitable bicefalia, una carga para el candidato Rubalcaba, con quien, sin embargo, no me parece que existan diferencias insalvables, ni en la táctica, ni en la estrategia, ni en el fondo, ni en las formas.
Es, simplemente, que en los nuevos esquemas Zapatero está empezando a sobrar.
Sí, Zapatero está agotado, nostálgico de los parajes leoneses, desengañado de muchas cosas. Se tiene que ir. El nuevo paso de su particularísimo via crucis consiste, parece, en agotar la Legislatura como un compromiso personal, cosa que ya casi nadie quiere ni comprende. Sigo pensando que la Historia le absolverá, al menos un poco: la crisis no ha sido cosa suya. Pero sí lo ha sido la gestión de la crisis. Ha heredado muchos defectos estructurales, muchos vicios institucionales. Le ha estallado en las manos una nueva era y él no lo ha comprendido a tiempo, ni ha sabido sortear la torrentera.
Eso, claro, se paga; tiene que pagarlo. Pero no es el único culpable, ni, claro está, lo es un Rubalcaba que ha saltado al campo para perder el partido.
Pensar que la marcha de Zapatero va a solucionar los problemas de los españoles, así, por arte de birlibirloque, es, me parece, un error mayúsculo. Rajoy solo no es la solución; Rajoy con un buen equipo, y con pactos de gran alcance con ese Rubalcaba perdedor, puede que empiece a serlo.
En esa encrucijada estamos, en ese marco hay que colocar ya las fotografías de cada sesión de control parlamentario, del próximo debate sobre el estado de la Nación, del calendario electoral. Todo.
¿Nos dejamos de eufemismos, señores?